Translate

martes, 22 de octubre de 2024

SIMÓN EL CAMALEÓN - BukarteZ

En la selva amazónica, cerca del río Amazonas, había un lugar, donde vivían todas las iguanas, de todos los tamaños, entre sus grandes árboles, que no dejaban pasar el sol a la tierra, de los frondosos que eran, allí arriba solo se oía el rumor del agua y el murmullo del viento entre sus hojas, los gigantes árboles tenían una bruma en lo alto de las copas, a modo de boinas. Los árboles susurraban secretos al aire, entre esas ramas, donde habitaban los curiosos camaleones, vivía un camaleón llamado Simón, a diferencia de los demás camaleones, cambiaban su color, según el lugar donde se colocasen, pero el pobre Simón, tenía siempre el mismo tono verde apagado con unas manchitas marrones, que apenas se distinguían.


El pobre camaleón, estaba muy triste porque no podía cambiar su color, y apenas de su rama, los otros camaleones venían a buscarle para jugar, pero no se movía de su rama, solo estiraba su larga lengua para cazar alguna mosca, anhelando tener un vibrante y hermoso color.

Un día llegó a sus oídos, que en una montaña lejana multicolor, vivía el Hada Arcoíris, y una mañana soleada y fresca, decidió emprender su aventura, para ir en busca de ese hada tan famosa, como todas las hadas pueden usar su magia, y hacer cumplir deseos, estaba entusiasmado con poder hacer realidad su sueño, y comenzó su largo viaje.

Tras andar durante días, colgándose con su cola de rama en rama, llegó por unos senderos serpenteantes a un río, en el que había un puente de piedra, con aguas cristalinas donde nadaban peces dorados, y había sapos. Simón le preguntó al sapo Ramón, que si había escuchado hablar del hada Arcoíris, indicándole el camino que debía seguir, y después de varias horas, llegó a las faldas de la montaña multicolor, que ya la venía viendo desde lejos, cuando los rayos del sol la iluminaban.

De repente, un gran gruñido surgió de las entrañas de la montaña, pues allí vivía Drako, el dragón guardián de la montaña, era tan grande como 5 árboles gigantes, que abriendo sus fauces, lanzó una llamarada, le brillaron las escamas, como rayos de sol.

Simón muerto de miedo, se escondió detrás de una roca, de donde salió una salamanquesa, que le advirtió, que no era tan malo como parecía, que solo pretendía asustar a los forasteros, pero si le hablaba con delicadeza y le contaba sus necesidades, Drako le ayudaría en lo que fuera menester.

El dragón con una voz profunda y con un rugido, le preguntó, que quien osaba molestar, el pobre camaleón, temblando de miedo, y con una vocecita apenas se le oía, le dijo, que se llamaba Simón, que tenía un gran problema y necesitaba la ayuda urgente del Hada Arcoíris, y por razón había llegado a la montaña, Drako sorprendido de la valentía del pequeño animal, y su noble corazón, nadie había tenido tanto coraje como como él para llegar hasta allí, pero solo le llevaría a la presencia del hada si lograba resolver tres acertijos antes de ponerse el sol.

El primera adivinanza, era fácil, consistía en saber quien tenía tres patas, cuatro por la mañana, dos por la tarde y tres por la noches, Simón, rápidamente contesto que era el ser humano, y no le hizo falta que pasara ni cinco minutos para responder.

Drako, sorprendido le preguntó la segunda adivinanza, que decía así, blanco es mi color favorito cuando estoy calmando, rojo brillaré si me hacen enfadar, azul cuando busco ayuda, este era un poco más difícil y hasta después de la hora de comer, Simón no pudo contestar, pero le dio la respuesta correcta, le dijo es una vela.

El dragón, estaba impresionado, con lo listo que era aquel bichejo, que además, por su aspecto parecía de su familia, era un saurio, con un gruñido suave, sonrió ligeramente mientras daba vueltas sobre sí mismo, aún receloso de dejar entrar a Simón, veía que no le quedaba otra que permitir la entrada.

Finalmente llegó la tercera y la más difícil, que decía Cuanto más quito más grande se hace. Simón no se daba por vencido, se situó en una roca a tomar el sol de la tarde, le quedaba poco tiempo, pues el sol poco a poco se iba escondiendo, y de repente, miró a la cueva del dragón, y le gritó, la respuesta es un agujero.

El dragón, tuvo que dejarle entrar por la cueva, y al deslizarse llegaron a un cañón que cruzaba toda la montaña, a lo lejos, ya podía ver el castillo, como iba tan lento, Drako, dijo, que se subiera a su lomo, se agacho y extendió unas grandes alas, que salieron volando, haciendo mucho ruido en un segundo, le bajo al suelo en las escaleras, y volvió a su trabajo de guardián.

El Hada Arcoíris le estaba esperando en la gran puerta, era preciosa, de colores brillantes, que casi molestaban a la vista como sí fueran los rayos del sol, le hizo pasar a una gran sala con un trono dorado y unos asiento alrededor, Simón, le contó sus desdicha y ella sacando su varita mágica le concedió el deseo de ser como el resto de sus congéneres.

Simón, se lo agradeció mucho, y sintió una felicidad que nunca había experimentado antes, cuando volvió a la selva, iba saltando por las flores para ver como iban cambiando sus colores , pasaba de un verde vibrante, al rojo fuego, o amarillo con el oro, o marrón como los troncos de los árbol.

Al llegar a sus árboles, todos se quedaron boquiabiertos por su transformación, y querían saber cómo había conseguido ser tan deslumbrante, muy contento se sentaron todos a escuchar su aventura y compartió sus experiencias sobre el dragón Drako y el Hada Arcoíris.

BukarteZ - 1998