Curuja leía muchos libros, pues era la forma que ella tenía de aprender hechizos nuevos, plantas desconocidas, recetas de pócimas, y mil ungüentos para diferentes males del cuerpo, sobre todo, le interesaba aprender porque a ella le dolían tanto sus maltrechos huesos, que con sus cremas y pociones conseguía mejorar su dolor, aunque desde que vivía al sol en la playa de la isla de Malapata, y no en el húmedo bosque con esa ciénaga, había mejorado mucho.
Cuando iba a la ciudad, le gustaba asomarse, con cuidado para no ser vista a las ventanas donde los niños y las niñas vivían y observó, que no solían jugar con otros amigos, ni leer libros, que solo tenían en las manos unas cosas muy raras, de las que no levantaban la vista, pasando horas y horas delante de aquellos artilugios.
Nosotros si sabemos lo estaban usando, eran las pantallas: de tablets, teléfonos inteligentes, ordenadores, televisores, y toda la tecnología que podamos conocer.
Al regresar a su casa en la isla, un día estando sentada debajo de una palmera, donde tomaba el sol, le pasó lo que a Isaac Newton con la manzana, pero esa es otra historia, a ella no le cayó esa fruta, le cayó un coco, que le dió en su "coco" y le hizo un chichón y con el golpe, mientras veía pajaritos revoloteando alrededor de su cabeza, se le ocurrió, una idea.
Volvió a la ciudad, y decidió que con su magia, iba a solucionar el problema de la lectura, y que cada vez que un niño o una niña abriese un grifo para beber agua, ducharse, y en cualquier sitio usar un grifo, le caería un cuento, y dicho y hecho, así empezó la historia.
Ramón, era un niño que jamás había abierto un libro, sino eran los del colegio, y con todo y con eso, no era muy buen estudiante.
Al leer cuentos o libros en general, es más fácil después estudiar, pues se entiende lo que se lee, los mayores lo llamamos comprensión lectora.
Curuja, empezó a meter libros, y más libros en las tuberías del agua, y los cuentos como si de una carretera o calle se tratase, empezaron a circular, y como Curuja había metido tantos libros, se montó un gran atasco, unos empujaban a otros, se salían de la ruta, chocando con tanta fuerza que algunos perdían sus hojas, por lo que no servirían, sino se podían leer.
Curuja volvió a su casa, desanimada, pensando que no era buena idea, pero no se quedaba tranquila, no le gustaba que no se leyera, de repente pasó Sibila, rozándole con su rabo y se acordó de los ratones que ella perseguía y trataba de cazar, tal vez, era buena idea hablar con los ratoncillos que andan por las tuberías y hacerles guardias ratoneros de tráfico de libros.
Curuja, empezó a meter libros, y más libros en las tuberías del agua, y los cuentos como si de una carretera o calle se tratase, empezaron a circular, y como Curuja había metido tantos libros, se montó un gran atasco, unos empujaban a otros, se salían de la ruta, chocando con tanta fuerza que algunos perdían sus hojas, por lo que no servirían, sino se podían leer.
Curuja volvió a su casa, desanimada, pensando que no era buena idea, pero no se quedaba tranquila, no le gustaba que no se leyera, de repente pasó Sibila, rozándole con su rabo y se acordó de los ratones que ella perseguía y trataba de cazar, tal vez, era buena idea hablar con los ratoncillos que andan por las tuberías y hacerles guardias ratoneros de tráfico de libros.
Montada en su escoba y y esta vez sin su gata, volvió a la ciudad, no fuera que se pusiera a perseguir y a los ratones con los que quería charlar..
Se metió en una alcantarilla, y como si se tratase del flautista de Hamelin, tocó un silbato; llama ratones, y de repente, estaba rodeada de centenares de ellos, que se subían hasta por las paredes.
La bruja, les explicó el plan y montó un ejercito de ratones que serían los encargados de dejar pasar agua o no, para que fluyeran los libros, y además controlar en tráfico para evitar que se amontonasen, y así pudiesen llegar a su destino, que eran las diferentes partes de la ciudad. En el momento en que un niño o niña abriese un grifo para usar el agua, le caería un libro.
el asunto funcionó, y miles de libros iban navegando por las tuberías, libros de aventuras, cuentos, libros fantásticos, y toda clase de literatura infantil que hubiese y que te puedas imaginar.
De repente, Ramón, se fue a duchar, y al abrir el agua, le empezaron a caer libros, como si de gotas se tratara, claro estaréis pensando, que como cabían los libros por los agujeritos de la alcachofa de la ducha o los grifos, al ser más pequeños que un libro, pero eso también lo tenía solucionado Curuja, pues lo libros solo volvían a su tamaño real, una vez en contacto con el aire.
Al llegar Ramón, llevaba los ojos como platos, ansioso por contar a sus compañeros lo ocurrido, cual fue su sorpresa, porque a todos les estaba pasando lo mismo, iban a beber agua en el patio de la escuela; salían libros, iban a ducharse; caían libros, lo mismo pasaba por todos grifos de la ciudad, cada vez que un niño o niña quería usar el agua; le caían libros.
El asunto era tan extraño, que la curiosidad les hizo leer, a ver sí descubrían que estaba pasando, y con la curiosidad infantil, leyeron y leyeron hasta dejar de lado las maquinitas y volvieron a jugar entre ellos y hablar de lo que estaban leyendo.
De repente, Ramón, se fue a duchar, y al abrir el agua, le empezaron a caer libros, como si de gotas se tratara, claro estaréis pensando, que como cabían los libros por los agujeritos de la alcachofa de la ducha o los grifos, al ser más pequeños que un libro, pero eso también lo tenía solucionado Curuja, pues lo libros solo volvían a su tamaño real, una vez en contacto con el aire.
Al llegar Ramón, llevaba los ojos como platos, ansioso por contar a sus compañeros lo ocurrido, cual fue su sorpresa, porque a todos les estaba pasando lo mismo, iban a beber agua en el patio de la escuela; salían libros, iban a ducharse; caían libros, lo mismo pasaba por todos grifos de la ciudad, cada vez que un niño o niña quería usar el agua; le caían libros.
El asunto era tan extraño, que la curiosidad les hizo leer, a ver sí descubrían que estaba pasando, y con la curiosidad infantil, leyeron y leyeron hasta dejar de lado las maquinitas y volvieron a jugar entre ellos y hablar de lo que estaban leyendo.
Los niños y niñas Al haber adquirido el hábito de la lectura, la bruja decidió que era el momento de que todo volviera a su estado anterior, estando muy feliz con su trabajo bien hecho.
Su plan había salido perfecto y con el resultado que debía tener.
BukarteZ 2024
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