El cuento, empezaba como todos. Había una vez, en un hermoso prado lleno de flores y verdes colinas, un corderito llamado Lucero, que le gustaba saltar y correr en los prados entre la hierba y las flores, para comer las que estaban frescas y sabrosas.
Tenía un pelaje muy pequeñita y su pelaje suave y blanco como algodón, con los ojos como dos canicas grandes brillantes y negras como el azabache, que miraban todo con curiosidad, pues al ser tan pequeñita, no conocías las cosas y todo le llamaba la atención por ser nuevo.
Un día, mientras exploraba los alrededores de donde vivía, se separó del rebaño, corriendo detrás de un saltamontes, se alejo tanto, que Lucero se perdió, poco a poco el sol se fue ocultando y caía la noche, empezó a tener frio y miedo, no sabía volver a casa con su mamá.
De repente, escucho un sonido conocido, era un cencerro y siguió el sonido, muy contenta, pensando que había llegado a casa.
Pero no, no era su casa, era una cabra de color marrón, y así fue como cuando conoció a Petra, también era mamá, por lo que invitó con mucho cariño a Lucero para que la siguiera a su redil.
Petra tenía una pequeña cabrita llamada Clarita, su pelaje era marrón con manchas blancas, y sus pequeños cuernecitos, parecían dos ramitas en al cabeza, eran tan pequeños que casi no se apreciaban.
Cuando Lucero vio que no era su casa, se puso muy triste, y Clarita la chivita, se puso a jugar con el, y a contarle historias, para que se le pasara el miedo, con su pequeña cabeza le daba topetazos, pues así juegan las cabritas, y el corderitos aprendió a jugar de la misma manera.
Como Petra daba de mamar a su hija Clarita, pensó que era buena idea alimentar también al corderito, pues era un bebe, Lucero estaba feliz, siendo parte de la familia que le había adoptado.
Ese era el cuento que la niña estaba leyendo, cuando se empezó a imaginar a la chivita, tal como la describía el cuento, entonces, aquel animalito, pasó a ser parte de vida imaginaria, era su amiga invisible, nunca le puso nombre, siempre la llamaba "Chivita".
La vida de la niña cambió, ella le peinaba, le ponía lazos, le tiraba juguetes invisibles, y así nunca más jugó sola. Aunque fuese con otras personas, siempre le llevaba atada con un collar y una cuerda a todas partes, como si fuera su mascota, incluso cuando salía con sus padres o familiares, y como no le querían comprar un perro, pues lo suplió, a falta de perro buena es una chivita fantasma.
A veces, un amigo de su padre, la seguía la corriente, y le decía a este sitio no dejan pasar a mascotas, hay que atarla a un árbol , y la dejaba lo más cerca posible, incluso le ponía un cenicero con agua, por si tenía sed.
Realmente, en la imaginación de la niña existía "Chivita", era capaz de verla, pasado el tiempo cuando era adolescente, por supuesto, dejó de ver a su mascota, pero era capaz de dibujarla, pues recordaba perfectamente, como era.
Una vez, que iba por la calle se encontró con el amigo de su padre, que de broma y de forma muy simpática, le preguntó si ya tenía un chivito, refiriéndose a pareja.
Los cuentos enseñan a usar la imaginación, y leer es más divertido, que ver una película de dibujos, en la que el director, no deja paso a la imaginación, sin embargo un escritor deja que fluya, y cada niño y niña participan de forma activa en la historia, todos y todas leen lo mismo, sin embargo, cada cual, lo imagina diferente, y esa es la magia y la fantasía real de un cuento.
BukarteZ 2023
