Una fresca mañana de primavera, Rubio andaba corriendo detrás de las mariposas de colores, que le llamaban mucho la atención, que andaban revoloteando por las flores silvestres, como las violetas, después de unas buenas carreras, tenía sed y se acerco al lago para beber agua, su madre le había dicho repetidas veces, que no fuera allí solo, pero como era joven y alocado no obedecía, él lo sabía todo y sabía cuidarse, ya era mayor, y no pensaba decir a su madre todo lo que hacía, la madre andaba pastando tranquilamente, viendo como Rubio jugaba con las mariposas, y como era tan rápido, en un momento desapareció y ella no se dio cuenta.
Cuando levantó la cabeza, Rubio ya no estaba, lo llamó, lo buscó, por todas partes, fue al lago, las otras yeguas le ayudaron a buscar al jovencito, pero ni rastro, Rubio había desaparecido, como por harte de magia.
Pasaron varios días y Rubio, no apareció, y dándolo por perdido siguieron con sus vidas, lo que ocurrió, fue que cuando el potro andaba bebiendo agua, llegaron unos hombres montados en sus caballos y al ver al potro solo, decidieron capturarlo y llevarlo con ellos.
Rubio relinchó, se puso de manos, pero como era pequeño no fue difícil capturarlo y atarle a sus monturas, después de varios días de viaje, llegaron a un rancho, lleno de caballos, llevando a Rubio al establo, le trataban bien, le daban de comer, le limpiaban, cepillaban, pero aunque estaba bien, el quería volver con su mamá a la pradera, pero, el pobre animal no sabia volver allí, así que se resigno a vivir con esos caballos y yeguas desconocidos, allí había otros potros con los que hizo amistad y pronto olvidó su pradera.
Al poco tiempo Rubio era un bonito caballo al que deberían domar para la monta, el venía de raza salvaje, cuando estaban en el picadero tratando de domarle con una cuerda en círculos, de repente apareció Patricia, una jovencita con el pelo rubio, como él, y unas coletas con dos lazos de color rojo, la niña al ver el caballo, dijo que lo quería para ella, así que sería quien lo domara, se lo quisieron quitar de la cabeza, pues al ser un animal salvaje, era peligroso, sin embargo, insistió tanto, que al final se lo concedieron.
Ella todas las mañanas, se metía unas manzanas y unas zanahorias en el bolsillo y se iba a ver a Rubio al establo, allí se pasaba las horas muertas cepillando al animal y dándole las chuches que para el llevaba, nunca intentó atarle de manera brusca, un día le tendió una cuerda y Rubio agacho la cabeza, ella se la puso alrededor y despacito lo sacó al picadero, le paseaba nada más, no trataba de hacerle girar ni nada por el estilo, solo caminar, el animal iba detrás de ella como un corderito, pasado unos días decidió empezar la doma, Rubio ya estaba preparado, ya confiaba en ella y eran amigos, poco a poco y día a día consiguió que el caballo se dejase poner una silla de montar, ella no se montó, solo le llevaba de la brida, le enseño a arrodillarse, sentarse, levantarse en corbeta, sobre sus patas traseras y un día lo montó, fue el día mas feliz de su vida, Rubio le pertenecía.
Salían a pasear todos los días, un día cabalgando se les fue el tiempo, y se alejaron del rancho, como tenían sed Patricia conocía un sitio donde beber agua, y fueron al lago donde haba sido capturado, Rubio al reconocer el lugar, se enloqueció, Patricia, no podía hacerse con el caballo y a galope como jamás le había visto correr, llegaron a una pradera, allí no había nada, pero de la nada, apareció una yegua marrón oscuro, brillante como el café, y galopando se acercó a Rubio y con el morro empezó a hacerle carantoñas, como sí le diera besos, era su mamá, y cuando Patricia quiso volver al rancho, lo hizo pero seguidos de una yegua marrón y brillante como el café.
JUZO - 1998
bukarteZ
