Esta acuarela me la hizo alguien, a la que estoy muy agradecida, pero no se quien es, es anónima, la pinto en un Maratón de cuentos, puede ser 2020, en la Casa de la Cultura de Cabanillas del Campo, mientras, yo les contaba este mismo cuento a los niños y niñas.
Muchas gracias artista.En un valle rodeado de montañas muy altas, había un gran pantano, rodeado de árboles gigantes y frondosos, haciendo imposible que entrara la luz del sol, la ciénaga estaba siempre cubierta por una niebla espesa que no dejaba ver el agua, de manera, que no se sabía donde estaba la orilla, además estaba rodeada de vegetación y altos juncos, siendo peligroso andar cerca de ella, por si por un desgraciado accidente alguien cayese dentro.
Entre esos árboles, había una choza destartalada, vieja y rota, con una chimenea toda torcida por la que salía un pequeño hilo de humo, la puerta medio torcida, se cerraba colocando una escoba atravesada por dentro, y las ventanas tenían los cristales tan sucios, que no se podía ver su interior.
En esa casa fea y rota, vivía una mujer muy vieja con su gata de color negro, a la que llamaba Sibila, la mujer siempre iba vestida de negro, con un sombrero muy alto terminado en pico, y en su gran nariz unas verrugas, supongo, que ya estaréis pensando que esa vieja mujer, era una bruja.
Pues, habéis acertado, además de tener unas verrugas en la nariz, sufría mucho, porque le dolían todos los huesos del cuerpo, que poco a poco se le iban retorciendo, por la artrosis y el reuma que sufría, dando un aspecto más temible todavía, si cabe. Con su espalda encorvada y su mano con los dedos retorcidos se apoyaba sobre un bastón, se que había construido con una rama de avellano, al igual que su escoba.
Se encontraba tan mala y con tantos dolores, debido a la humedad del pantano, que pensó que no podía seguir viviendo en ese lugar y tenía que irse a un sitio soleado, donde no le dolieran tanto sus maltrechos huesos.
Una mañana, se levantó decidida a emprender su viaje, preparo un atillo con una manta vieja, donde metió todas las cosas que pensaba que necesitaría, quito la escoba que trancaba la puerta, se subió en ella junta a su gata y salió volando.
No sabía el destino que llevaría, pero lo que si sabía, es que quería vivir en una playa, para poder tomar el sol y así dejaría de sufrir dolores.
Una vez montada su escoba junto a su gata se puso en marcha volando tan alto como pudo, atravesó por encima de los grandes árboles, de las montañas, voló cerca de las águilas, y así estuvo durante días volando errante, sin saber donde estaría la playa.
Después de muchos días de viaje, vio unas gaviotas y decidió seguirla, pues esos pájaros viven cerca del mar, y ese era su destino.
De repente llegó a un sitio muy raro, estaba lleno de grandes barcos, con mástiles muy altos y grandes velas blancas, que estaban en el agua, y ese agua estaba limpia y era azul, pudiendo ver, los peces que en ella nadaban, empezó a tener calor, pues le daba el sol, y se quitó la toquilla, que se había tejido ella misma.
Según iba volando, vio un barco, con la pintura descascarillada, la madera rota, el ancla oxidada, los cabos desilachados, que así se llaman las cuerdas que tienen los barcos, y en ella un hombre feo y maltrecho, incluso más que ella, que trataba de arreglar aquella antiqualla, vieja y destartalada.
El hombre tenía una pata de palo, no tenía mano y en su lugar tenía un garfio, y por supuesto un parche, seguro que ya sabéis que se trata e un pirata.
A los piratas, a veces no les faltaba un ojo, pero llevaban un parche, porque cuando atacaban a otros barcos y tenían que entrar a las bodegas oscuras, para saquearlas, al venir del exterior donde había luz del sol, no veían nada en la oscuridad, pero lo que hacían era cambiarse de lado el parche del ojo y de esa manera el ojo tapado, sí veía en la oscuridad.
Volviendo al relato, la bruja voló con su escoba y se situó en el palo más alto del barco, el palo mayor, escuchando como aquel hombre cantaba, la canción del pirata y la vida mejor, mientras marcaba el ritmo con su pata de palo, pom, pom, pom.
El pirata, pensó, que aquello que se había posado en lo alto, parecía un cuervo, pero no podía ser por su gran tamaño, y sacó el catalejo del bolsillo de su chaleco, lo estiró y cuando miró se llevo una sorpresa, al ver que en lo alto de su barco, lo que había no era un pájaro, era una bruja.
El pirata le grito, que se fuera o la tiraría de allá arriba, abriendo la vela y ella le dijo, que quería hablar con él para negociar accediendo el pirata a la negociación, pues era preferible conversar, que entrar en batalla con una bruja, pues a saber que poderes tenía y seguro que él, tenía las de perder.
La bruja bajó a la cubierta del barco, lleno de agujeros con tablas chirriantes, y presentándose le dijo que era la Bruja Curuja, a lo que el pirata contestó , que su nombre era Señor Malapata, y después de las presentaciones, se sentaron para hablar, bebiendo agua fresca, pues la bruja, venía muerta de sed.
La bruja le dijo que si la llevaba a una playa donde vivir, ella a cambio le iba a dejar el barco como nuevo y del color que el quisiera, y por supuesto que el ancla brillaría, deslumbrando al propio sol.
Al señor Malapata le pareció una buena idea, pues el tenía pensado ir a una isla desierta a esconder un arca que tenía con un gran tesoro, por lo que dijo que sí, a lo que la Señora Curuja solicitaba.
El pirata, le pidió que le pintara la madera de color marrón cereza, las velas que estaban todas rotas y deshilachadas, fueran nuevas y blancas como la nieve, y que el ancla brillase como si fuera de oro, y deseaba con todas sus fuerzas, un mascaron de proa con una sirena.
Una vez montada su escoba junto a su gata se puso en marcha volando tan alto como pudo, atravesó por encima de los grandes árboles, de las montañas, voló cerca de las águilas, y así estuvo durante días volando errante, sin saber donde estaría la playa.
Después de muchos días de viaje, vio unas gaviotas y decidió seguirla, pues esos pájaros viven cerca del mar, y ese era su destino.
De repente llegó a un sitio muy raro, estaba lleno de grandes barcos, con mástiles muy altos y grandes velas blancas, que estaban en el agua, y ese agua estaba limpia y era azul, pudiendo ver, los peces que en ella nadaban, empezó a tener calor, pues le daba el sol, y se quitó la toquilla, que se había tejido ella misma.
Según iba volando, vio un barco, con la pintura descascarillada, la madera rota, el ancla oxidada, los cabos desilachados, que así se llaman las cuerdas que tienen los barcos, y en ella un hombre feo y maltrecho, incluso más que ella, que trataba de arreglar aquella antiqualla, vieja y destartalada.
El hombre tenía una pata de palo, no tenía mano y en su lugar tenía un garfio, y por supuesto un parche, seguro que ya sabéis que se trata e un pirata.
A los piratas, a veces no les faltaba un ojo, pero llevaban un parche, porque cuando atacaban a otros barcos y tenían que entrar a las bodegas oscuras, para saquearlas, al venir del exterior donde había luz del sol, no veían nada en la oscuridad, pero lo que hacían era cambiarse de lado el parche del ojo y de esa manera el ojo tapado, sí veía en la oscuridad.
Volviendo al relato, la bruja voló con su escoba y se situó en el palo más alto del barco, el palo mayor, escuchando como aquel hombre cantaba, la canción del pirata y la vida mejor, mientras marcaba el ritmo con su pata de palo, pom, pom, pom.
El pirata, pensó, que aquello que se había posado en lo alto, parecía un cuervo, pero no podía ser por su gran tamaño, y sacó el catalejo del bolsillo de su chaleco, lo estiró y cuando miró se llevo una sorpresa, al ver que en lo alto de su barco, lo que había no era un pájaro, era una bruja.
El pirata le grito, que se fuera o la tiraría de allá arriba, abriendo la vela y ella le dijo, que quería hablar con él para negociar accediendo el pirata a la negociación, pues era preferible conversar, que entrar en batalla con una bruja, pues a saber que poderes tenía y seguro que él, tenía las de perder.
La bruja bajó a la cubierta del barco, lleno de agujeros con tablas chirriantes, y presentándose le dijo que era la Bruja Curuja, a lo que el pirata contestó , que su nombre era Señor Malapata, y después de las presentaciones, se sentaron para hablar, bebiendo agua fresca, pues la bruja, venía muerta de sed.
La bruja le dijo que si la llevaba a una playa donde vivir, ella a cambio le iba a dejar el barco como nuevo y del color que el quisiera, y por supuesto que el ancla brillaría, deslumbrando al propio sol.
Al señor Malapata le pareció una buena idea, pues el tenía pensado ir a una isla desierta a esconder un arca que tenía con un gran tesoro, por lo que dijo que sí, a lo que la Señora Curuja solicitaba.
El pirata, le pidió que le pintara la madera de color marrón cereza, las velas que estaban todas rotas y deshilachadas, fueran nuevas y blancas como la nieve, y que el ancla brillase como si fuera de oro, y deseaba con todas sus fuerzas, un mascaron de proa con una sirena.
Proa es la parte delantera de un barco, y el mascarón es una escultura que solían llevar los barcos antiguos, para darles buena suerte.
La bruja le hizo todo lo que quiso, así como algún arreglo y mejora de propina, como pago del pasaje a la famosa isla.
La bruja le hizo todo lo que quiso, así como algún arreglo y mejora de propina, como pago del pasaje a la famosa isla.
de repente, mientras estaba trabajando, surgió un problema, resulta que ella lleva a su gata Sibila, y no contaba con que en el camarote del capitán había un loro, que se llamaba señor Martinez, pues todos los piratas tienen un lorito,.
Salió volando para colocarse en el hombro de su dueño, pero Sibila al ver el pájaro dio un gran salto y se fue a la caza del loro, que del susto que se dio el probre señor Martinez, salió volando, posándose en lo mas alto de las velas ya reparadas, y así tuvieron que hacer todo el viaje, con este lio.
Pasaron muchos días, y la bruja estaba mareada, tenía la cara de color verde, y no le parecía, ya tan buena idea ir a la isla, pero desgraciadamente, ya no había vuelta atrás, había hecho un trabajo, como pago de pasaje y no lo iba a desperdiciar,
Pasaron muchos días, y la bruja estaba mareada, tenía la cara de color verde, y no le parecía, ya tan buena idea ir a la isla, pero desgraciadamente, ya no había vuelta atrás, había hecho un trabajo, como pago de pasaje y no lo iba a desperdiciar,
Todas las mañana, el capitán subía al carajo, que es una especie de cesta que hay en la parte más alta del barco, para con el catalejo, poder ver todo, aunque este lejos, y sobre todo divisar si hay tierra.
por fin, una mañana muy temprano el señor Malapata, pudo gritar – ¡Tierra ala vista!
Cuando por fin estaban cerca de la isla, el capitán, bajo un barquito de remos pequeño, que se llama chinchorro, para llegar a tierra, pues un gran barco, necesita fondear donde haya mucha agua.
En el barquito iba el capitán y su loro, y mientras remaba iba cantando, la canción de la botella de ron, pues iba feliz con su arca del tresoro, mientras que la señora Curuja iba volando en su escoba, acompañada de su gata Sibila.
Cuando por fin estaban cerca de la isla, el capitán, bajo un barquito de remos pequeño, que se llama chinchorro, para llegar a tierra, pues un gran barco, necesita fondear donde haya mucha agua.
En el barquito iba el capitán y su loro, y mientras remaba iba cantando, la canción de la botella de ron, pues iba feliz con su arca del tresoro, mientras que la señora Curuja iba volando en su escoba, acompañada de su gata Sibila.
Cuando llegaron a tierra, la bruja estuvo recorriendo la pequeña isla, para ver donde se hacía su nueva casa, y el capitán buscaba un lugar seguro para su cofre, sin que la bruja supiese de su existencia.
La bruja encontró un lugar que le gustó para hacer su casa, cerca de unos arboles, y un lago de aguas cristalinas con una cascada, con ese calorcito y el agua calentita, seguro que sus huesos se lo agradecerían, y se puso a la obra usando su varita mágica, dijo las palabras mágicas, y de la nada, apareción una hermosa casa, como estaba tan abstraída en su trabajo, no estaba pendiente de lo que hacíoa el pirata, y este aprovecho la distfracción de la serñora Curuja para esconder su tesoro, haciendo un mapa para poder encontrarlo, cuando volviese a la isla.
Una vez que cada uno había logrado su cometido, decidieron separarse, no sin antes concretar visitas, el señor Malapata vendría a visitar a la señora Curuja, para traer alimentos, pero no lo hacía por que era un pirata bueno, sino por interés propio, ya que necesitaba, volver a la isla para coger algo de valor y seguir viviendo ya sin atracar barcos.
El pirata Malapata, ya se encontraba cansado y mayor por lo que decidió retirarse de la piratería y vivir de sus rentas, y la bruja vivió feliz con su gata y sin dolores.
BukarteZ - 2020
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