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lunes, 21 de octubre de 2024

CHIVITA AMIGA INVISIBLE - BukarteZ

 



Esta es la historia de una niña que no tenía hermanos ni hermanas, de modo que se pasaba la vida jugando sola, y leyendo cuentos, en esa ocasión, leía uno cuyos protagonistas eran una ovejita y una chivita.

El cuento, empezaba como todos. Había una vez, en un hermoso prado lleno de flores y verdes colinas, un corderito llamado Lucero, que le gustaba saltar y correr en los prados entre la hierba y las flores, para comer las que estaban frescas y sabrosas.

Tenía un pelaje muy pequeñita y su pelaje suave y blanco como algodón, con los ojos como dos canicas grandes brillantes y negras como el azabache, que miraban todo con curiosidad, pues al ser tan pequeñita, no conocías las cosas y todo le llamaba la atención por ser nuevo.

Un día, mientras exploraba los alrededores de donde vivía, se separó del rebaño, corriendo detrás de un saltamontes, se alejo tanto, que Lucero se perdió, poco a poco el sol se fue ocultando y caía la noche, empezó a tener frio y miedo, no sabía volver a casa con su mamá.

De repente, escucho un sonido conocido, era un cencerro y siguió el sonido, muy contenta, pensando que había llegado a casa.

Pero no, no era su casa, era una cabra de color marrón, y así fue como cuando conoció a Petra, también era mamá, por lo que invitó con mucho cariño a Lucero para que la siguiera a su redil.

Petra tenía una pequeña cabrita llamada Clarita, su pelaje era marrón con manchas blancas, y sus pequeños cuernecitos, parecían dos ramitas en al cabeza, eran tan pequeños que casi no se apreciaban.

Cuando Lucero vio que no era su casa, se puso muy triste, y Clarita la chivita, se puso a jugar con el, y a contarle historias, para que se le pasara el miedo, con su pequeña cabeza le daba topetazos, pues así juegan las cabritas, y el corderitos aprendió a jugar de la misma manera.

Como Petra daba de mamar a su hija Clarita, pensó que era buena idea alimentar también al corderito, pues era un bebe, Lucero estaba feliz, siendo parte de la familia que le había adoptado.

Ese era el cuento que la niña estaba leyendo, cuando se empezó a imaginar a la chivita, tal como la describía el cuento, entonces, aquel animalito, pasó a ser parte de vida imaginaria, era su amiga invisible, nunca le puso nombre, siempre la llamaba "Chivita".

La vida de la niña cambió, ella le peinaba, le ponía lazos, le tiraba juguetes invisibles, y así nunca más jugó sola. Aunque fuese con otras personas, siempre le llevaba atada con un collar y una cuerda a todas partes, como si fuera su mascota, incluso cuando salía con sus padres o familiares, y como no le querían comprar un perro, pues lo suplió, a falta de perro buena es una chivita fantasma.

A veces, un amigo de su padre, la seguía la corriente, y le decía a este sitio no dejan pasar a mascotas, hay que atarla a un árbol , y la dejaba lo más cerca posible, incluso le ponía un cenicero con agua, por si tenía sed.

Realmente, en la imaginación de la niña existía "Chivita", era capaz de verla, pasado el tiempo cuando era adolescente, por supuesto, dejó de ver a su mascota, pero era capaz de dibujarla, pues recordaba perfectamente, como era.

Una vez, que iba por la calle se encontró con el amigo de su padre, que de broma y de forma muy simpática, le preguntó si ya tenía un chivito, refiriéndose a pareja.

Los cuentos enseñan a usar la imaginación, y leer es más divertido, que ver una película de dibujos, en la que el director, no deja paso a la imaginación, sin embargo un escritor deja que fluya, y cada niño y niña participan de forma activa en la historia, todos y todas leen lo mismo, sin embargo, cada cual, lo imagina diferente, y esa es la magia y la fantasía real de un cuento.

BukarteZ  2023

RAÚL Y CICLÓN EL AVIÓN - BukarteZ

 


En una pequeña localidad costera, había un viejo hangar olvidado, estaba escondido y cubierto de maleza, rodeado por la brisa marina que susurraba secretos antiguos. Raúl decidió ir explorar ese lugar misterioso después de escuchar rumores sobre él entre los niños del pueblo. Con cada paso, hacia el hangar sentía cómo su corazón latía más rápido ante la curiosidad creciente.

Al abrir la puerta chirriante con un empujón valiente, entró y dio unos pocos pasos para encontrarse con esa impresionante vista, un avión permanecía solitario bajo la tenue luz que entraba por las claraboyas del techo roto, podía visualizarlo volando alto en el cielo azul lleno de nubes suaves como algodón.

El hangar era amplio y oscuro en su interior; las estructuras de madera crujían como si aún sonaran motores pasados, cuando aviones ruidosos zumbaban alegremente por el aire. 

Las herramientas estaban esparcidas en mesas polvorientas junto a unas antiguas fotografías de pilotos sonriendo mientras lucían orgullosamente frente a sus aeronaves.

Ese viejo avión que alguna vez surcó los cielos con orgullo, tenía su pintura amarilla desvanecida por el paso del  tiempo, sus las alas parecían cabizbajas y desvencijadas, estaban llenas de rasguños y óxido, aunque orgullosas de las hazañas que en tiempos lejanos habían hecho.

El aire del hangar olía a aceite rancio pasado y nostalgia, que se impregnaba en esas viejas vigas de madera repletas recuerdos singulares.

Ese avión estaba lleno de telarañas y polvo por el paso del tiempo, en ese viejo aparato, estaba grabado y medio borrado un nombre: Ciclón, debía ser como se llamaba la aeronave, en otros tiempos, su fuselaje oxidado por la corrosión del mar, sería amarillo brillante, como los rayos de sol, hoy desgastada, con alas que parecían haber olvidado cómo volar. Las ventanas estaban cubiertas por unas cortinillas deshilachadas, rotas y grisáceas por la suciedad y el polvo, los cristales rotos, pero en cada rincón susurraban historias, de tiempo mejores.

Como era un  niño curioso y aventurero, desató su curiosidad en ese lugar solitario. Al ver a Ciclón tirado allí, decidió buscar a su abuelo Felipe, que había sido un gran mecánico, que había trabajado con aviones toda su vida, corrió a su casa, llegando muy sofocado y hablando muy rápido a su abuelo, le pidió que le acompañara, para enseñar  lo que había encontrado, su abuelo Felipe que así se llamaba, sonrió, como si ya supiese de que le estaban hablando.

Cuando llegó al hangar con su abuelo, el pobre hombre iba muy sofocado de la carrera con que le había llevado el crio. 

le pidió  por favor ayuda para repararlo, al hombre le dio un salto el corazón, al ver que se trataba de su viejo amigo, por lo que volvió a sonreir.

Raúl, con mucha efusión, comenzó a fregar el avión, y juntos le quitaron las telarañas y la suciedad, y pronto comenzaron a examinar cada rincón del antiguo motor, los dos juntos limpiaron las piezas oxidadas, estudiando los planos antiguos, con ingenio y conocimiento de mecánica, el hombre utilizó todas sus habilidades para reparar lo que se había estropeado, que era todo, por el paso del tiempo e instaló nuevas piezas,  encontradas en otros aviones olvidados alrededor del hangar, al final entre los dos, pasaron muchas horas trabajando hasta dejar el avión casi impecable, cuando pusieron en marcha el viejo aparato, el motor rugió como un Ciclón, de ahí, le venía su nombre.

Una vez que estaba listo para volar, Raúl no podía contener su entusiasmo, aplaudía, saltaba, gritaba, reía y sus ojos brillaban como si tuviera estrellas dentro, con la ilusión renovada, 
durante semanas compartieron ideas y pensaron cómo volver a pintar, decorar y ponerle guapo, dejando al aparato como nuevo.

Otro día, mientras el abuelo revisaba los instrumentos de a bordo, encontró un compartimento oculto, al abrirlo, encontró un antiguo mapa lleno de estrellas y una extraña escritura que parecía estar en otro idioma, el abuelo decidió investigar más sobre aquel asunto.

le pareció, que eso era un plano para construir una máquina del tiempo, y decidió seguirlo al pie de la letra para poder viajar en el tiempo o a otras dimensiones, o lugares desconocidos, y estaba decidido a poner en marcha esa idea para realizar ese viaje espacial, eso era importante.

El abuelo quería dar una sorpresa al niño, y no reparó a Ciclón como un avión, sino fue un paso más allá, y lo convirtió en la máquina del tiempo, que debetría haber sido, en algún momento.

Talvez, estaba tan estropeado por culpa de algún intento, pero no se lo dijo al niño, porque le quería dar una sorpresa.

Cuando Felipe decidió que Ciclón, estaba acabado, listo para volar nuevamente, y preparado para surcar no solo los cielos sino también el tiempo mismo, decidió que podrían ir a cualquier tiempo y lugar, como a otros planetas, a Raúl le fascinaban las historias de extraterrestres, y estaba decidido a complacerle.

Cuando el abuelo le informó del proyecto, y como lo harían, el niño no lo podía creer, era el viaje de sus sueños, y sus ojos se abrieron e iluminaron como el sol

Finalmente llegó el gran día: todo estaba listo para despegar hacia aventuras inimaginables, y a la mañana siguiente, muy temprano, los dos se dispusieron a iniciar un viaje a lo desconocido.

el piloto colocó al niño un y traje y un equipo de minipiloto y el se vistió con el suyo que aún le servía, después de tantos años, y que no se había deshecho de él, por nostalgia.

Aclaraba un hermoso amanecer, cuando ambos en sus asientos se abrocharon el cinturón de seguridad,  Felipe arrancó los motores, y tocando un montón de botones, Ciclón empezó a temblar y  a sonar como si fuera a explotar. 

Ambos emocionados ante la idea de lo que podría haber más allá de las nubes donde se cree que hay habitantes de otros mundos y son viajeros muy especiales, que a veces nos visitan en sus naves conocidas como OVNIS.

Y comenzó a iniciar su vuelo mágico a través del cielo, despegando, las luces parpadeaban mientras ascendían entre nubes plateadas cargadas con destellos coloridos; giraban danzantes dibujando arcoíris efervescentes, ansiosos por todos lados, hasta poder llegar a tierras lejanas nunca soñadas anteriormente.

De repente como un ciclón, desapareció en el cielo, cuando al poco tiempo, aterrizaron en un lugar muy raro, no era la tierra, se sorprendieron al ver que estaban rodeados por paisajes de color fosforito, vibrantes y ácidos, todo eran colores intensos. Del suelo emergían montañas altas cubiertas de algo morado eran quebradizas, y estaban llenas de caminos serpenteantes cruzados por puentes plateados, y esos ríos no eran de agua, sino de algo parecido a mercurio,  cuyas brillantes gotas reflejaban rayos extraños, que deslumbraban, hasta con las gafas especiales que llevaban.

Cuando Raúl, vio aquello por las ventanillas, se puso nervioso, no sabia donde estaban, ni que podía pasar, aquello era un plantea desconocido, y pronto se vieron rodeados de unos de simpáticos hombrecillos bajitos verdes con grandes ojos saltones que les observaban con muchas curiosidad.

Como empezaron a saludar con las manos, en son de paz, decidieron bajar de la aeronave, y con mucha precaución y cuidado, descendieron por la escalera agarrados de la mano.

Los hombrecillos verdes, les regalaban piedras brillantes, que ellos cogían con agradecimiento, no podían rechazar, mediante señas,  hicieron que les acompañaran a una ciudad suspendida en el aire, donde había muchos personajes como ellos de diferentes tamaños.

Y Así, fue como el pequeño Raúl y abuelo empezaron sus divertidas visitas a ese mundo encantador, donde la amistad era su forma de vida, así como  a otros lugares y épocas diferentes.


BukarteZ 2013

LA ARDILLA LOLILLA - BukarteZ

 




Había una vez una ardilla llamada Lolilla, que vivía en un frondoso bosque lleno de altos árboles, pinos, abetos, robles, y todos los arboles que daban semillas que la alimentaran, como piñones o bellotas, su casa era un nido que estaba en un agujero en el tronco de un gran pino, cerca de un antiguo roble.
Ese frondoso bosque era conocido con el nombre de Parque le las Mil Especies, como nunca las he contado, no se si eso será una exageración.

En ese bosque Lolilla, vivía feliz y contenta, pues podía tener todas las nueces, piñones y bellotas que quisiera, además un riachuelo corría cerca de los grandes árboles.

Lolilla era conocida por todos sus amigos como la ardilla más alegre del bosque, y por despistadilla.

Tenía un carácter curioso y atrevido, pasaba horas explorando cada rincón para encontrar nueces y semillas deliciosas, para luego esconderlas enterrándolas en el suelo, para ir a buscarlas cuando tuviese hambre.

Sin embargo, también tenía una peculiaridad que le hacía única, pero con lo despistada que era, con la llegada de dada otoño se llenaba de emoción, y como había tantas semillas, que le gustaban se ponía a al recolectar para asegurarse comida durante el invierno, pero cuando llegaba el momento de enterrar sus tesoros, como era una despistada, y además para que otras ardillas no se las robaran, lo hacía a toda prosa, no fijándose donde las estaba escondiendo.

Era común verla correr por aquí y allá, escondiendo nueces detrás de troncos o bajo grandes piedras mientras, haciendo hoyos con sus manitas para enterrar sus delicias, mientras canturreaba sus canciones favoritas.

Como si esa actividad no fuera suficientemente complicada ya, justo después lamentablemente olvidaba dónde las había dejado enterradas, entre las prisas y las canciones, a saber luego donde estaban.

Un día soleado decidió iniciar su misión más ambiciosa hasta aquel momento, llenar toda su despensa antes anochecer con suficientes nueces para sobrevivir al frío invierno venidero, además de las que tenía enterradas y escondidas.

Se despertó temprano llena de energía; rápidamente comenzó a buscar entre los árboles y arbustos cercanos para recolectar impetuosamente todas las nueces, bellotas y piñones posibles.



Las horas pasaron volando entre risas y saltos felices mientras Lolilla iba acumulando alimento, cuando finalmente decidió que no tenía suficiente sitio para guardarlas en su nido, empezó a esconderlas, estaba tan emocionada que solo pensó en cavar agujeros.

Contenta alzaba sus pequeños brazos al cielo azul levantando su nuez, la tiraba como si fuera una pelota, para luego recogerla entre sus manos, luego la dejaba caer suavemente al suelo, y hacía con sus manitas un hoyo, y en esta pequeña hendidura hecha cuidadosamente debajo del sauce llorón junto al arroyo, escondió su nuez, aquí estará segura, y otra nuez estará segura debajo del gran roble cerca del prado.

Siguió trabajando todo el día y cuando tuvo hambre de tanto trabajar, se sentó en una rama caída, por la última tormenta de viento que estaba cerca del rio, se dispuso a preparar su mesa, que era una piedra estable, bien pegada al suelo, y otra más pequeñita para golpear la nuez y al partirla se la podía comer, también con sus grandes dientes mordía la piña, dándole vueltas para acabar con todas las semillas, y así hasta que se hartó de comer, después se acerco al arroyo de aguas cristalinas y sonoras mientras iba el agua saltando de roca en roca, y chapoteando alrededor, Lolilla se agachó para beber.

Cansada y contenta por no tener hambre ni sed, empezó a tener sueño, y se tumbó en la arena de la orilla del riachuelo, escuchando el susurro del agua, cando pasaba por las caídas ramas secas, pero como no era seguro dormir en ese lugar, cuando veía que sucumbí al sueño se fue a su nido, para dormir sin peligro, y allí cerrando ojos se quedó dormida como un tronco.

A la mañana siguiente tuvo hambre, y pensó que era Buena idea bajar de su árbol para ir a desayunar, y decidió ir a buscar su comida enterrada donde el día anterior había decidió esconderla.

Estuvo dando vueltas, y con sus manitas desenterrando donde pensaba que andaban sus nueces, pero nada, que no las encontraba, entonces, pensó que si la habían vigilado, por no tener cuidado y andar jugueteando con ellas como si fuera una pelota, seguro alguna otra ardilla, se las había quitado.

Entonces, decidió subirse a un árbol para intentar ver desde arriba mejor, y además se sentó en una rama de su árbol favorito para intentar recordar, donde podía haberlas metido, pero no había manera, no se acordaba de nada, pues menuda cabeza tenía doña despistada.

Así que decidió pedir ayuda a sus vecinos, y preguntando a la tortuga Tula, a la hurraca Paca, incluso le preguntó a un posible rival, al conejo Pascual, y Pipo le dijo que recordaba haberla visto hurgar cerca del arroyo y unas piedras, Tula que cerca del roble, le vio pasear, y con esas pistas, tampoco solucionó nada, seguía sin comida, después de tanto trabajo, menos mal que aún faltaba para la llegada del invierno, sino se moriría de hambre.

Después de muchas fatigas intentando recuperar sus nueces perdidas, apareció el Sabio Buho Don Otulio, que le llamó desde su árbol, pues era un búho muy observador, y desde esa altura y como podía girar su cuello entero, había oteado todo, y con su ayuda, consiguió saber donde las había dejado, y cuando llego el crudo invierno, todo estaba solucionado.


BukarteZ 2008

LA JIRAFA BAILARINA - BukarteZ -


Había una vez en la sabana africana, una encantadora jirafa llamada Twiga, así se dice jirafa en swahili, estos majestuosos animales son conocidos por su elegante cuello largo y sus manchas que parecen un hermoso mosaico.

Además de ser fascinantes por su apariencia, las jirafas tienen comportamientos muy interesantes, son mudas, no tienen cuerdas vocales, a diferencia de otros animales, ellas se pasaban el tiempo comiendo hojas y corriendo por el campo, Twiga tenía un sueño muy especial; quería ser bailarina de ballet. Pasaba horas viendo a las aves danzar entre los árboles e imaginaba cómo sería moverse elegantemente como ellas, por lo que admiraba a las garzas y los rosados flamencos.

Un día decidió inscribirse en una escuela de baile dirigida por un viejo león llamado Don Leandro, con mucha emoción, fue a su primera clase. Al entrar en ella, notó que todos eran más pequeños y ágiles que ella. Pero eso no la detuvo; estaba decidida a aprender, su madre con hojas de árbol, le hizo una preciosa falda que le colocó, y ella se sentía la jirafa más guapa del mundo, y feliz porque sería bailarina de ballet.

Cuando llegó a la escuela de baile, era una hermosa sala al aire libre, rodeada de majestuosos árboles cuyas hojas susurran suavemente con la brisa, el suelo estaba cubierto de hierba suave y fresca, ideal para practicar pasos sin lastimarse. Al fondo hay un gran lago, donde los alumnas se reflejaban como si fuera un gran espejo, que reflejaba el cielo azul, enmarcado por un prado verde y con flores de colores, y mariposas y abejas revoloteando sobre ellas. Cuando el sol empezaba a ponerse, la luz dorada bañaba todo el espacio, creando un ambiente mágico perfecto para danzar en armonía con la naturaleza.

A los lados, había pequeños bancos de madera donde otros animales podían descansar y observar las clases, a su alrededor, cuelgan coloridos guirnaldas de flores, que dan vida a la escena, las paredes eran de bambú y de suaves arbustos que ofrecían privacidad a los que ensayaban, sino estaban sentados en el lugar destinado para ello, solían estar los papás que esperaban que terminaran las clases, así como familiares y amigos, se estaba muy cómodo con esa frescura natural del entorno.

La primera lección consistió en el “plié”, donde se flexionaban las rodillas mientras se mantenía una postura erguida, parecía fácil, pensó Twiga, al ver a la gacela hacerlo con tanta soltura y gracia.

Sin embargo, cuando le llegó su turno para intentarlo, sus largas patas se liaron y con su cuello tan largo, no hubo manera de mantener el equilibrio, cayendo de bruces al suelo, quedando tirada y espatarrada, los demás animales rieron suavemente pero amablemente le ofrecieron su ayuda para que se levantara, a ella por si sola, le costaba mucho ponerse en pie, al ser tan alta y desgarbada, pero entre todos lo lograron.

Después llegó el momento del “arabesque”, donde todos debían equilibrar una pata detrás mientras mantenían lo brazos extendidos hacia arriba, saliendo la primera una rosada flamenco, que ya de por sí es una postura habitual de su especie, pensando Twiga, eso yo lo bordo.

Cuando fue su turno, se levantó de su sitio y a toda prisa queso hacerlo a la perfección, pero entre las prisas y la torpeza, por segunda vez, perdió el equilibrio y nuevamente, acabó tropezando y cayendo al piso, menos mal, que cayó sobre unas suaves hojas decorativas del salón que consiguieron amortiguar su caída, lo pasó muy mal, ni si quiera pudieron ponerla en pie, hasta que se le pasaron los nervios y entre todos lo consiguieron.

Aún así, ninguna caída desanimaba a nuestra amiga jirafa; volvió cada semana dispuesta a mejorar y corrió como la pólvora su fama y pasión por el baile, tanto fue así, que llegaron animados por el baile, animales de todas las especies, para aprenderé a bailar, si una jirafa ponía tanto empeño, sería que bailar era muy divertido.

Su perseverancia, contagió y la pasión por el por el baile, llegó hasta los rincones más lejanos de la sabana, y cada vez, habías más interés, cuando llegaron los felinos, dijeron que estaban más interesados en músicas con otros ritmos, y Don Leandro amplió la oferta de clases, dando zumba, salsa, merengue y ritmos tropicales

La escuela se hizo famosa, y como había más clases, que puro ballet, se animaron los divertidos monos, que además de ágiles, eran capaces de hacer cabriolas imposibles, y todos estaban felices, gracias a nuestra desgarbada amiga Twiga.

Con perseverancia comenzó a notar pequeños y ajustados resultados, pero mejorando la precisión, consiguiendo dejar atrás el miedo a enfrentarse a situaciones incomodas, y cavilaciones perturbadoras, porque se dio cuenta que con esfuerzo todo se puede conseguir, nunca fue una gran bailarina, pero ya no se caía y era capaz de hacer giros, que jamás hubiese pensado, y lo más importante, es que con su actitud y ejemplo, otros se animaron a nuevos retos.

BukarteZ - 2008

domingo, 20 de octubre de 2024

EL HADA VIOLETA Y EL RECOLECTOR DE SETAS - BukarteZ

 




Había una vez un hada llamada Violeta que vivía en un mágico bosque de hadas,  viven en lugares hermosos, llenos de flores brillantes y árboles susurrantes, donde el sol se filtraba creando arcoíris luminosos entre las hojas.

Un día, mientras volaba sobre el río, persiguiendo unas libélulas, que eran sus amigas y jugaban al pilla pilla, vio a un humano llamado Jorge buscando setas.

Era diferente a los demás, pues mientras paseaba, silbaba, siendo su alegría contagiosa y tenía una conexión especial con la naturaleza, nunca el hada había sentido una atracción igual por un humano.

Decidida a ser parte de su mundo, Violeta pidió ayuda a su amiga el Hada de los Dientes, y le pidió que como hacía magia, le ayudase a convertirse en humana, y su amiga le dijo que eso no era su trabajo, que ella solo se llevaba los dientes de leche a cambio de regalos, como en ratoncito Pérez, pero que podía intentara hablar con la abuela hada, que le advirtió que si le iba mal, el hechizo era para siempre y no había vuelta a atrás, que debía estar segura que el muchacho sentía, la misma atracción que ella.

Violeta estaba decidida a arriesgarse y dijo a la abuela del bosque, que sí estaba dispuesta a intentar conquistar al recolector de setas, pero la sabia abuela, le dijo que antes, se presentara en forma de hada para ver como reaccionaba el hombre.

Esperó a que volviese a recolectar y mientras iba silbando, y cortando los hongos, Violeta se sentí encima de una seta, para ver la reacción del hombre, pero no fue buena idea, pues el recolector también quiso recolectar al hada para meterla en una jaula, con tan buena suerte que pasaba por allí una hurraca y le sobrevoló por encima de la cabeza, y el hadita salió volando y se perdió entre las ramas de los abetos.

De vuelta el hombre a su casa, no podía creer lo que había visto, y quería volver otro día para con suerte volver a encontrar al hada, y esta vez, la hablaría delicadamente, sin intentar atraparla, pues era muy frágil y la podía hacer daño.

El hombre volvió al bosque, pero esta vez, no silbaba, sino que iba llamando al hada, y diciendo en voz alta, que no la iba atrapar ni hacer daño, que saliera a su encuentro. El hada le iba siguiendo entre las ramas con precaución a la vez que escuchaba lo que decía.

Como parecía que no había peligro, se puso a volar, a su lado, el hombre, le repitió, que no la haría daño que solo quería conocerla, era la primera vez, que veía un hada.

Siguieron viéndose, en sus respectivas apariencias, y el hombre dijo que su nombre era Martín, y poco a poco se fue enamorando del hada Violeta, tal como era ella, y que no necesitaba cambiar su aspecto, ni su magia interior.
Violeta quería la transformación, y ser alta, la anciana hada, al ver que era infeliz con su diminuto aspecto, decidió, darle el gusto de ser grande, pero siempre sería un hada, no una humana, advirtiendo, que solo el amor verdadero es lo que te dará forma permanente de humana.

Ella estaba feliz se ser grande, y la tristeza que la había invadido se fue, y el bosque pareció cobrar vida con más colores y melodías. Aunque ahora era humana, su espíritu seguía siendo ese de un hada encantada. 

Con Jorge a su lado, disfrutaron cada día, ella le iba contando todos los secretos del bosque y los trucos para recolectar muchas más setas, y que no cogiese las casas de los gnomos, que estaban a los pies de los gigantes árboles.

Los dos eran amantes de la naturaleza, y admiraban las flores silvestres que crecían entre los árboles y Jorge aprendía sobre los secretos del bosque, y juntos recolectaban setas comestibles, cuidando de tocar las de los gnomos, que además solían ser las venenosas amanitas.

Un día, decidieron organizar una fiesta en honor a todas las criaturas mágicas del bosque. La idea emocionó a Violeta; quería mostrarle a Jorge todo el esplendor de su hogar escondido. Juntos comenzaron a preparar decoraciones brillantes con hojas doradas y pétalos vibrantes.

Cuando llegó el gran día, invitaron duendes traviesos, mariposas luminosas y hasta los sabios búhos que solían observarlos desde sus ramas.
Al caer la noche, todo brillaba bajo un manto estrellado, la fiesta fue mágica, se contaron historias antiguas junto al fuego mientras todos compartían risas contagiosas.

Sin embargo, no todo iba por buen camino, siempre hay malos en la vida, y en este caso era un celoso hechicero del bosque que sintió envidia ante la felicidad de Violeta y Jorge. Creyendo que ninguna criatura debía estar tan cerca de un humano, tramó un plan para separarlos usando sombras engañosas.

Cuando estaban celebrando junto a sus amigos felices, unas sombras comenzaron a buscarlos descontroladamente intentando separarlos para atraparlos. Se escucharon gritos apagados , susurros, y muchos nervios, cuando percibieron lo extraño que estaba pasando.

Violeta tomó la mano de Jorge e intentó recordarle lo importante que era mantenerse unidos frente al peligro, y le dijo que el amor es la fuerza, le dijo con firmeza mientras unas figuras embrujadas danzaban alrededor.

Con esa valentía compartida pudieron enfrentarse al hechizo oscuro, Violeta lanzando luz brillante directamente hacia esas sombras amenazadoras, la magia pura emanaba del profundo vínculo creado por ellos dos, haciendo retroceder toda maldad y disipar aquellas amenazas rápidamente.

El hechicero se fue y nunca volvió después aquel encuentro mágico, en el que había sido derrotado, aprendiendo que no podía romper algo tan auténtico como un amor verdadero, esta vez el bien había ganado al mal.

Continuando la fiesta con mucha mas alegría que al principio, y todos bailaRon y cantaron para celebrar que el hechicero había sido vencido.

BukarteZ - 2014