
En el corazón del continente africano, donde el sol brillaba como una joya y las nubes danzaban en un cielo azul intenso, al son del sonido de los lejanos tambores, vivían dos jóvenes e inseparables amigos.
Tambo, era un elefante que ya apuntaba maneras a ser un ejemplar fuerte, y Zuri, una cebra alegre y llena de energía, ambos vivían en la Sabana, que era un lugar asombroso lleno de grandes acacias que parecían tocar el cielo con sus ramas alargadas, donde bajo su sombra dormitaban y descansaban los majestuosos leones, con sus enormes melenas, bajo los rayos cálidos del sol.
Zuri a la sombra de su amigo Tambo, se sentía protegida y los dos campaban a sus anchas, disfrutando del ese espectáculo para los sentidos; los campos dorados se extendían hasta donde alcanzaba la vista, salpicados por grupos de árboles. En esta tierra habitaban animales de diferentes especies, como las jirafas que estiraban su cuello para alcanzar las hojas más frescas, y diferentes tipos de aves coloridas que cantaban alegres melodías animando el lugar,
Tambo era enorme y tenía una piel gruesa grisácea con arrugas profundas que algún día estarían llenas de historias. Sus orejas eran tan grandes como paraguas abiertos y podía moverlas lentamente para escuchar todos los sonidos del entorno. Era conocido entre todos por su bondad; siempre ayudaba a otros animales en apuros.
Por otro lado, Zuri era esbelta y rápida; su pelaje blanco brillante con rayas negras llamativas hacían eco entre los colores brillantes de su hogar. Tenía una risa contagiosa que iluminaba incluso los días más nublados.
Un día caluroso mientras disfrutaban cerca del agua fresca del río, Tambo propuso a Zuri, hacer algo diferente y especial, la cebra miró curiosamente a su enorme amigo, entusiasmada con la idea.
Teníamos que ir a explorar la parte desconocida de la Sabana, levantando suavemente su trompa hacia el horizonte lleno de misterios.
Intrigada la cebra por la idea aventurera de Tambo, Zuri empezó a saltar felizmente alrededor de Tambo, antes de salir corriendo velozmente hacia adelante, tanto corrió que el elefante tuvo que decirle que le esperara.
Tras atravesar verdes praderas florecidas llenas de hermosas margaritas salvajes se encontraron frente a una colina dorada cubierta no sólo por hierba alta sino también por muchas rocas pulidas capaces producir melodiosos ecos cuando, comenzaron a escalar la colina dorada, disfrutando del panorama que se abría ante ellos, mientras llegaban a la cima, arriba sintieron una brisa fresca que les acariciaba los rostros, pero al mirar hacia el valle, notaron algo inusual, había un pequeño grupo de animales estaba reunido en agitación, sentados sobre sus patas traseras mirando con gran atención a los visitantes, eran un grupo de curiosos suricatos, esos animalillos de repente salieron corriendo y se desparecieron como por arte de magia.
Siguieron su camino y llegaron cerca de otro grupo, este se trataba de animales más grandes, descubriendo eran antílopes y como a estos ya los conocían prosiguieron su camino, pero de repente oyeron unos lamentos y era que un pequeño antílope que había caído en una trampa que los humanos habían hecho de ramas y cuerdas muy disimuladas entre la hierba alta, los dos amigos sin pensarlo dos veces, se pusieron manos a la obra para salvar a pobre animalito.
Tambo empezó a pensar como si su mente fuera una lavadora, con el fin de buscar la mejor solución, usando su gran tamaño y fuerza, podía romper las ramas, y con la trompa limpiar todo, para poder sacar al pequeño, Zuri que no sabía que hacer para ayudar, comenzó a hablar para tranquilizar al antílope mientras Tambo usaba su trompa para desatar las cuerdas salvajemente.
Finalmente consiguió liberarlo después de unos minutos tensos pero emocionantes. Cuando el antílope salió brincando libremente, les agradeció mucho su ayuda, y los llevo para conocer a su rebaño, allí la mamá del pequeño le dio muchos lametones, que son como se dan los besitos estos animales y otros.
Después se despidieron y siguieron su paseo, el pequeño antílope miró con sus ojos brillantes como azabaches, llenos de gratitud, y les dijo que su nombre era Kudú y que aunque nunca jamás los volviese a ver, les estaría eternamente agradecido.
Tras esta increíble aventura, compartieron risas y juegos bajo ese especial atardecer, estaban orgullosos de su heroicidad, que recordarían para el resto de sus vidas, al caer la noche y antes de volver a su pradera, bajo un cielo estrellado decidieron que cuando fueran mayores y más fuertes participarían en rescates, de todos aquellos animales que lo necesitaran.
BukarteZ 1999
Había una vez en un colorido barrio de Coyoacán, en México, una niña llamada Juanita, con el pelo rizado, muy largo y de color castaño. Solía llevar sus trenzas entrelazadas con cintas de colores y sujetas en lo alto de la cabeza con flores.
Sus ojos negros como el azabache, eran grandes, brillantes, curiosos, y reflejaban su energía y entusiasmo por el mundo que le rodeaba. Siempre llevaba los típicos vestidos bordados a mano por su abuela, con alegres motivos multicolores.
Juanita era muy creativa, soñadora y un poco traviesa; siempre lleva consigo un cuaderno para dibujar todo lo que veía, y con sus lápices, no dudaba en sentarse en cualquier parte para dar rienda suelta a su imaginación, o copiar cualquier cosa que le llamase la atención.
Tenía un noble y gran corazón, le gustaba compartir sus dibujos con sus amigas, y no dudaba en regalarlos, era amable con una personalidad alegre que contagiaba optimismo a todos los que la conocían, solo con su sonrisa iluminaba cualquier sitio al que entrara.
Desde pequeña, solía maravillar a todos con su imaginación desbordante y sus dibujos llenos de vida, un día, su maestra les habló sobre la famosa artista Frida Kahlo y el Museo que llevaba su nombre, ella sabía donde estaba, pues cuando pasaba por allí, le llamaba mucho la atención su fachada de color añil, con los marcos de color rojo y la puerta decorada con un gran corazón y unas palomas, pero nunca había entrado, aunque sentada en la acera de enfrente podía pasar horas mirando. Aquella casa tenía algo especial, que la atraía tanto que observaba cada detalle, se la sabía de memoria, y la dibujaba, una y otra vez, era como si la hipnotizara.
Cuando la maestra les contó, la vida y las historias de Frida, Juanita, se quedó intrigada y llena de curiosidad, por lo que decidió visitar el museo, donde Kahlo había nacido, crecido y muerto. Cuando entró su corazón parecía que se le iba a salir del pecho, de los saltos que daba, quedándose como pegada al suelo, ya desde la entrada no podía moverse de la emoción que sentía, todo estaba impregnado del alma de Frida.
Comparado con otros museos, este parecía cobrar vida, en cada rincón se sentía el espíritu vibrante de Kahlo; las paredes eran como lienzos llenos de colores vivos, sintiendo que se encontraba envuelta por un mundo mágico; allí estaban los retratos intensamente expresivos, autorretratos donde Frida mostraba su alma herida pero fuerte, la niña se pasó el día entero escudriñando, cada rincón de la casa, estudiando cada detalle mientras imaginaba lo que significaban las pinturas para la artista, y que ella era capaz de entender e interpretar.
De repente ante sus ojos, apareció un cuadro que particularmente llamó su atención; “Las dos Fridas". La niña, con una sensibilidad especial sintió cómo se podían representar los dolidos sentimientos y por otro lado la fuerza interior, sentada en una pequeña butaca que estaba frente del cuadro, se quedó admirando la pintura, y como la obra transmitía esa dualidad entre tristeza y sabiduría.
A medida que salía del museo bajo el brillante cielo azul mexicano, pensó que Frida no solo pintaba objetos o rostros; pintaba sentimientos, y así comenzó su viaje artístico lleno de magia e historias personales.
Mientras andaba por la calle camino a su casa, iba soñando despierta sobre ser una gran pintora algún día; quería contar historias con sus pinceles como lo hacía Frida con cada trazo.
Al día siguiente inspirada en lo que había visto y sentido, decidió entonces experimentar con ella misma, pensando en su musa plasmaría sus sentimiento y emociones en papel. Se compró un cuaderno nuevo lleno de páginas blancas esperando que fuese el guardián de sus secretos jamás revelados.
Poco a poco Juanita empezó a creer en sí misma, y tímidamente le enseñó sus primeros trabajos a su maestra, quien se quedó impresionada por los dibujos de la pequeña, sintiéndose orgullosa de haber podido colaborar en el despertar de una futura pintora, en una de sus clases.
Juanita, llena de energía y confianza en sí misma, por la ayuda y el ánimo que le había dado su maestra, para que los expusiera, al final se decidió a enseñar sus lienzos a otras personas, hasta llegar al punto de exponer sus trabajos en su ciudad.
Sucediendo algo increíble, todos los que veían sus obras reconocieron, el talento que poseía la pequeña, quedando impresionados, por el dominio de su paleta de colores, ya que nunca había recibido clases de pintura, Juanita jamás olvidaría aquel primer reconocimiento.
Cuando terminó la escuela, se graduó en la Universidad, en la que luego trabajaría como profesora de Bellas Artes, transmitiendo su amor por los colores a sus alumnos y alumnas, siguió pintando con una técnica impecable, pero sin perder su esencia primitiva, que estaba influenciada por el espíritu de Frida Kahlo, que era la fuente de donde había bebido.
BukarteZ 2022

Había una vez, una casita de piedra en medio del campo, abandonada y cubierta de hiedras, el tejado era de paja, incluso tenía alguna que otra planta y flores, las ventanas eran de madera y las contraventanas pintadas en verdes musgo, también tenía una gran chimenea de hierro oxidada, y la veleta ya rota, por el paso del tiempo.
Dos amigos que se llamaban Juan y Pedro iban de paseo buscando setas, adentrándose en el bosque de pinos, cuando de repente se toparon con ella, estaba en un camino muy apartada, y por la que casi nadie pasaba, se decía que esa casa tenía un jardín pero encantado, pero no se apreciaba.
Los chicos entraron en la casa dando una fuerte patada a la puerta, estaba un poco abierta, pero muy dura, al entrar, en medio del recibidor había una gran higuera, los muebles con la madera carcomida por las termitas, y un viejo piano del que ya no salían notas de sus teclas, y que algún día habría regalado maravillosas melodías.
Abrieron las ventanas para que pudiese entrar algo de luz, que no era mucha, las plantas no permitían mucha claridad, miraron por todas las habitaciones, todo tenía la misma pinta, todo roto, antiguo y abandonado, salieron a un patio trasero que tampoco tenía nada de interés, pero de repente, Juan tropezó un una raíz, y se sujeto con fuerza en la hiedra notando algo frío y duro detrás.
Los chicos arrancaron las plantas, y se encontraron con una gran puerta de hierro decorada y oxidada por el paso del tiempo, empujaron fuerte y no se abrió, entonces, fueron en busca de algún palo para hacer palanca y conseguir abrir, tras mucho esfuerzo la puerta crujió y se hizo un pequeño hueco, por el que se colaron, al no se muy grandes de tamaño.
Era un lugar mágico donde la realidad se entrelazaba con lo absurdo, este jardín estaba rodeado de unas paredes muy altas cubiertas de descuidadas hiedras y buganvillas, que parecían vigilarlo celosamente, y detrás se apreciaba otra segunda puerta oxidada, los chicos estaban intrigados, que maravillas albergaba aquel sitio, cuando estaba tan celosamente escondido.
Esa segunda puerta daba entrada a otro jardín, cuya imagen era muy diferente a la anterior, el paisaje del Jardín era singularmente encantador; las plantas trepadoras eran danzantes y parecían un océano verde bajo el viento suave.
Cuando entraron se quedaron con la boca abierta, y recordaron la leyenda del jardín de los Peces Voladores, y estaba en ese rincón olvidado del mundo, habían encontrado lo que contaba la famosa leyenda.
En medio del grandioso patio, había estanques cristalinos donde Don Pez Papagayo surcaba las aguas jugando a ser pirata, siempre buscando tesoros ocultos entre las piedras preciosas sumergidas.
En el centro había un árbol anciano llamado Abuelo Tronco, cuyas ramas llegaron al cielo y florecían espejos en vez de hojas, reflejando sueños pasados y anhelos futuros a todos los que allí que llegasen perdidos o no.
Los chicos estaban como meros espectadores, sentados en una liana con forma de infinito, según pasaban las horas iban entendiendo lo que allí pasaba, algunos de esos personajes, provenían de vidas anteriores, y ahora podían ejercer de lo que habían sido en vidas pasadas.
Así Doña Perca, una peza voladora que alguna vez fue una enfermera amable en su vida anterior, tenía escamas plateadas que brillaban al sol y alas traslúcidas decoradas con estrellas doradas, su conocimiento sobre remedios herbolarios la convertía en la curandera del jardín.
Don Tiburcio, era un gato filósofo, que había sido profesor de instituto en su otra vida, era de pelaje marrón y ojos verdes como esmeraldas, le gustaba hablar sobre mitos y pensamientos profundos. Siempre llevaba puesto un sombrero de copa alta lleno de flores de pensamiento, era su forma inusual de expresar sus pensamientos más complejos.
También vivía allí la Señora Nube, que en tiempo mejores había sido lavandera, y un torbellino etéreo capaz de cambiar el clima a voluntad, era sabia pero traviesa, se aventuraba por todo el jardín formando figuras caprichosas con sus nubes blancas mientras hacía reír o llorar a quienes miraban.
En otro tiempo el bibliotecario, que parecía un ratón de biblioteca, se convirtió en el Maestro Rincón, que con gafas de media luna, miraba todo con mucho detenimiento, su hogar era una pequeña cueva llena de volúmenes antiguos, cada tarde contaba relatos a quienes se reunían a su alrededor, enseñando lecciones sobre la vida escondidas en fábulas.
La que más brillaba con su luz interior era Lucia, que en su vida anterior había sido una excelente pintora y escultora, y que ahora se había transformado una luciérnaga, que con sus alas iridiscentes, iluminaba las noches en aquel jardín, creando hermosos murales lumínicos que relucían cuando caía la noche.
Doña Buha, se llamaba Atena, era la sabia porque poseía el don del conocimiento y los secretos del mundo, heredados de la diosa griega de la razón, de la que recibió su nombre.
Fisgón, era el perro guardabosques, de color blanco y marrón, con sus patas veloces, iba y tenía por todo el jardín, protegiendo los secretos del lugar haciendo rondas curiosas por los senderos floridos mientras jugaba con pequeños gnomos traviesos que despachaban bromas desde detrás de arbustos.
La tranquilidad del lugar provenía de Cecilia, la tortuga viajera, que algún día fue una intrépida aventurera, y por esa razón tenía un caparazón dibujado de mapas antiguos que mostraban rutas hacia mundos desconocidos, ella siempre compartía historias emocionantes sobre sus viajes pasados.
La mariposa soñadora, ser llamaba Sofía, tenía alas tan grandes como sueños y era conocida por crear ilusiones efímeras con sus polvos mágicos; podía hacer aparecer lluvias doradas o rosetones flotantes durante las fiestas celebradas cada luna llena.
El perro guardabosques Fisgón , mientras hacía su trabajo los descubrió, llevándoles ante la presencia de Atenea, la sabia, que conocía las buenas y nobles intenciones de los muchachos, por lo que les rebelaron algunas cosas, que podían saber, cuando prometieron que no se lo contarían a ningún otro humano.
Las aventuras comenzaban, cuando Doña Perca decidió organizar una competición anual volando hacia lo desconocido, que mágicamente sin salir de aquel espacio, se modificaba sin saber como, y llegaban invitados, no se sabía de donde ni por donde, pero allí estaban.
Los que hasta allí llegaban eran criaturas intrépidas, dispuestas a enfrentarse con obstáculos frescos llenos sorpresas mágicas e insospechadas, en este encantador entorno donde todo parecía posible, organizaban diversas actividades diariamente para mantener viva su esencia mágica.
Las tardes eran dedicadas a practicar danza imaginaria, bajo las luces titilantes de Lucia, por las mañana, hacían caminatas curativas bajo la supervisión de doña Perca, paseando juntos buscaban, flores especiales cuyas propiedades hacían sonreír hasta al más serio.
Todos los domingo celebraban un Banquete Estelar, a al caída del sol, se hacía una cena festiva preparada por todas las criaturas usando los frutos que allí crecían, cuyo sabor incluía trocitos mágicos de regalíz. Así era ese mundo efímero donde aquel extraño grupo vivía un sinfín historias cada
Todos los sábados por la tarde Don Rincón el maestro daba clases de ajedrez, y todos participaban como si de las piezas se tratara.
Había un banco a la sombra del abuelo Tronco, donde don Tiburcio filosofaba horas y horas, y allí se sentaban quienes querían pasar un buen rato, hablando de todo y a la vez de nada.
Cuando sonó a las ocho el despertador de Pedro se dio cuenta, que todo había sido un fascinante sueño, que le se lo contaría todo a su amigo de aventuras Juan.
BukarteZ 1999
En una Pueblo al norte de Irlanda, con un nombre imposible de pronunciar, donde los días eran lluviosos, húmedos, y nublados, hasta la llegada del verano, cuando el verde brillaba en todo su esplendor, y las praderas renacían, las pequeñas margaritas, llenando el aire con su fragancia.
Allí vivían tres inseparables amigos; Anne, una joven soñadora y presumida que siempre llevaba un cuaderno para anotar sus ideas; Peter, un aventurero que amaba explorar cada rincón del bosque cercano; y Mary, una artista talentosa que podía convertir cualquier paisaje en hermosas pinturas.
Un día soleado, mientras paseaban por el mercado que ponían todos los sábados, donde se podía comprar desde una lechuga a unas velas, encontraron un sombrero muy viejo, de terciopelo negro con unas plumas de avestruz, que parecía haber pertenecido a un gran noble, era grande, casi cabían los tres dentro, y sus plumas brillantes que danzaban al viento, sin pensarlo dos veces, decidieron comprarlo juntos, pero no tenían dinero, entonces se fueron a casa y rompieron sus alcancías, y aún así no tuvieron suficiente dinero para comprarlo, por lo que decidieron regatear con el comerciante, para que les bajase el precio, el hombre al verles tan ilusionados con aquel sombrero y conociendo su misterio, decidió vendérselo, por todo el dinero que llevaban.
Cuando Mary, que era la más presumida, se lo puso la primera, y sucedió algo extraordinario; el sombrero cobró vida y hablaba.
Soy Little Hat, dijo con voz melodiosa, puedo llevar a lugares mágico, sí está dispuesto para la aventura, asustados y con la curiosidad desbordante, muy intrigados pero emocionados, aceptaron sin dudarlo, Little Hat, le dijo que agitase sus plumas para ser transportada, pero ella quería ir con sus amigos, y decidieron meterse los tres debajo, pues era tan grande que cabían, y no entendían que se llamase Little Hat, al ser tan enorme.
Inmediatamente los tres intrépidos amigos, fueron transportados a un mundo muy raro, llegaron al Reino de las Hadas Grises, ellos pensaban que demás de que las hadas eran de colores brillantes, eran pequeñitas y en cambio, estas eran más grandes que ellos y no tenían colores, eran grises.
Al igual que el sombrero aquel país era de gigantes, todo era enorme, ellos parecían del tamaño de las hormigas, pero aquí, podían cabalgar sobre ellas.
Las hadas les advirtieron que tuvieran cuidado, pues había insectos y animales como los que ellos conocían, que eran peligroso, y que además había seres fantásticos como los dragones.
Una de las hadas, les metió en su bolsillo, y los llevo volando a una montaña de dulces y caramelos, junto a un río de chocolate, las piedras eran de turrón.
Allí comieron y bebieron todo lo que les apetecía, y cuando se cansaron se quedaron dormidos, debajo de una aguja de pino, al despertar el hada se había ido, y estaban muertos de miedo, pero seguían siendo los duelos del sombrero mágico, pronto se dieron cuenta que no todo era diversión, en aquel reino.
Ellos no habían llegado allí por casualidad, Little Hat, tenía planes para ellos, deberían ser los salvadores de aquel extraño lugar, el reino estaba en peligro, y solo unas almas puras, podían salvarlo de la catástrofe, pues una a una sombra oscura creada por un malvado hechicero Grimorax, estaba comiendo todo, y ya estaba a punto de desaparecer.
Vieron como esa sombre gris, según iba avanzando se comía los colores y se apoderaba de los bonitos colores, el color del mundo se volvía gris y triste, en ese momento se acordaron de las hadas grises.
Además cuando el color gris, estaba una temporada en un mismo sitio, acababa por desaparecer, lo que ponía el peligro aquel reino, con el tiempo todo dejaría de existir.
Los amigos no sabían que hacer para poder ayudar, entonces cada uno de ellos, empezó a usar sus cualidades para conseguir resolver el asunto.
Anne, utilizó su creatividad para idear estrategias ingeniosas; Peter se convirtió en líder valiente durante las misiones más arriesgadas; mientras Mary derramar su paleta de con colores, que eran más vivos que nunca, e incluso consiguió dar luz, a todo por donde pasaban.
Los tres juntos se volvieron a poner el sombrero, y aparecieron como por arte de magia en un castillo oscuro y tenebroso, donde residía Grimorax, se quitaron el sombre y se escondieron detrás de una para de un mueble, era tan alto que no sabían de que tipo era, lo mismo podía ser una silla que una mesa, como tenían miedo, vieron una grieta en la pared y allí se colaron.
Estuvieron pensando como podían acabar con las malas intenciones de aquel mago, debían tener ingenio y trabajo en equipo, estuvieron horas estudiándola situación, ellos no tenían magia, eran como hormiguitas, desolados no sabían que hacer.
Los tres se abrazaron y cada uno usaba sus poderes, esa era su magia la unidad y la amistad, durante ese abrazo, crearon fulgurantes destellos de luz alrededor del sombrero mágico, el sombrero a su vez lo enviaba a cada rincón del castillo llegando hasta Grimorax, que como una gran ola le llenó de color, volviéndose brillante, así fue vencido ya que nunca más pudo cambiar los colores del reino y no pudo desaparecer.
Cuando salieron del castillo, todo era de color hermoso, como los que ellos conocían y el arcoíris, volvería a brillar intensamente, para nunca más desaparecer.
Estos jóvenes héroes, volvieron a meterse bajo Little Hat, apareciendo en una pradera verde de su Pueblo, donde pastaban las vacas tranquilamente y comían flores.
Guardando el sombrero mágico con mucho cuidado, en un lugar secreto para usarlo cuando tuviesen ganas de más aventuras.
BUKARTEz 1998
Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas y valles verdes, donde vivía una campesina llamada Margarita, de aspecto débil y pequeña, pero fuerte en su interior, hasta que dejó de serlo.
le gustaba mucho cultivar hortalizas, flores y cuidar árboles frutales, todo de manera ecológica, era muy querida por todos, además de su generosidad, pues le gustaba compartir con sus vecinos, era por su carácter alegre, su risa llenaba el aire mientras trabajaba entre tomates jugosos y zanahorias crujientes, mientras tanto cantaba canciones que ella misma iba inventado, como decían que hablar con las plantas y cantarles, mejoraba la producción y la calidad, pues dado su calidad debía ser verdad.
Todos los domingos los agricultores, vendían sus productos en el mercado local, de donde venían personas de otros lugares, incluso lejanos para comprar lo que ellos ofrecían.
Un domingo soleado de primavera, cuando ella estaba en su puesto ofreciendo sus mercancías, apareció un cliente encantador, que también amaba la naturaleza, y le gustaban los productos ecológicos, a partir de ese día, ese hombre no faltaba ni un domingo para hacer la compra.
Un día le preguntó, si al terminar la venta, podría ayudarle a recoger todo e invitarla a tomar algo, ella acepto, pues el hombre era muy buena gente.
Durante la merienda, ella le explicaba como hacía que sus plantas estuviesen tan sanas y sabrosas, el escuchaba muy atento y con mucho interés, al final compartieron historias y anécdotas sobre cosechas.
A partir de ese día, el comenzó a prestarle ayuda en todo lo que necesitaba, pues el trabajo de montar y desmontar la feria era tedioso y pesado, pronto se hicieron amigos inseparables, poco a poco el se fue colando en el corazón de la chica y comenzó a visitarle más a menudo a su huerta. Solían Cada tarde conversaban mientras cuidaban de las plantas y Margarita disfrutaba de su compañía y sentía que había encontrado a alguien especial.
Samuel, que así se llamaba el hombre, era fuerte y apuesto, además de ser encantador, un día le pidió matrimonio, a lo que ella muy contenta accedió, y se fue a vivir a casa de Margarita.
Sin embargo, pasaron los meses y lo que parecía ser una pareja sólida y enamorada, comenzó a desdibujarse. Samuel poco a poco se iba quitando la mascara que llevaba puesta, revelando gradualmente una personalidad oscura, podía alternar entre ser cariñoso e irritable sin previo aviso, al principio Margarita no le dio importancia, pensó que todos tenían días buenos y malos.
A medida que avanzaba el tiempo, la convivencia se iba poniendo cada vez más incomoda, ella se sentía cada vez más dependiente de él emocionalmente, aquella luz que tenía y su sonrisa, fueron disipándose, y una tristeza invadió su rostro, ya no era independiente como antes, sino que dependía para todo de aquel hombre.
Sus palabras dulces la envolvían como miel, en algunos momentos, y volvía a se el ser adorable que conoció, pero de repente todo se tornaba en críticas que eran dolorosas como espinas al corazón, y ano iba sola al mercado, el iba con ella, con la disculpa de ayudar, y la situación cada vez era más tensa, Margarita trataba de complacerlo constantemente para evitar su ira.
Samuel aprovechó esta situación, para criticar y su trabajo y tratarla con tono despreciativo, y Margarita llegó dudar no solo de su trabajo, sino también de si misma, pensaba que estaba actuando mal y por eso Samuel no era feliz a su lado.
Llegó un momento en el cual Samuel tomó control sobre todas las decisiones relacionadas con la huerta, hasta los colores vibrantes comenzaron a perder vida cuando él estaba cerca, ella luchó internamente tratando escapar de esas garras opresivas pero el miedo siempre ganaba, y la paralizaba.
Con el paso del tiempo pasó desapercibida la situación ante la gente del pueblo, pero la vieron un cambio radical en toda su actitud, incluso en la calidad de los productos que vendía, un domingo que Samuel no fue a la feria, se le acercó una anciana del pueblo que le dijo que deberían hablar, invitó a tomar el te en su casa y Margarita acepto.
La anciana, que se estaba dando cuenta de todo, le dijo que no debía seguir al lado de Samuel, pero ella tenía miedo, le había arrebatado su personalidad, y Margarita se echaba la culpa de que el actuaba así, por no hacer bien las cosas.
En el pueblo había una red de mujeres, que se reunían para ayudarse mutuamente e invitaron a Margarita que se uniese a ellas, empezó a asistir a esas reuniones, con problemas, pues Samuel no la dejaba, pero un día todas juntas fueron a hablar con él, y le hicieron entrar en razón.
Allí se leían antiguos cuentos llenos sabiduría, aquellos relatos tenían razón, y le recordaron, como era y en lo que se había convertido.
Con la ayuda de sus compañeras volvió a revitalizar su fuerza interior, y a dejar de tener miedo, pues no estaba sola, y se enfrentó a Samuel, con la ayuda de los esposos de las otras mujeres.
Un día en el mercado, todos y todas fueron a hablar con el y cuando le dejaron en evidencia delante de todos, el hombre como vino se fue, y nunca jamás se apareció de nuevo por aquel pueblo.
Margarita retomó las riendas de su vida, su huerta floreció como antes o mejor, dando lo mejor de sí, dulces frutes sabrosas hortalizas y flores maravillosas con un aroma que envolvía todo el lugar.
Con la ayuda de sus vecinos y vecinas, revitalizada su paz interior, volvió a ser feliz, y jamás volverían a faltar flores en ningún jarrón.
BukarteZ 2020
CUENTOS BUKARTEZ - Bukanera Zarza