Translate

sábado, 16 de noviembre de 2024

EL ABETO DECEPCIONADO - BukarteZ

 




Llegaba la navidad, y todos los abetos del bosque estaban muy nerviosos y ansiosos, por ser el elegido, querían ser el más alto y frondoso para que cuando llegase el leñador, fuera el que se llevaran a alguna casa, los árboles desde el bosque, veían a lo lejos por las ventanas de casas como estaban decoradas, iluminadas l con luces de colores que parpadeaban sin cesar y todos estaban muy contentos cantando villancicos mientras bailaban al son de la música.


Las fachadas por fuera, también estaban muy bonitas decoradas con guirnaldas de colores, y muchas luces que se apagaban y encendían, como si se tratasen de estrellas, ellos desde lo alto de la montaña podían apreciar la felicidad que se respiraba por toda la aldea mientras por las chimeneas salía el humo con olor a ricos dulces mientras se horneaban.

Como los abetos veían todo ese alboroto querían participar en la fiesta, para compartir y disfrutar de tanta alegría, por lo que competían por ser el mejor para que los hombres del pueblo, con sus hachas los cortaran para ser transportados en los carros a las casas.

Una mañana temprano un hombre montado en su carro, tirado por una mula, se paro frente a nuestro amigo el abeto, este no podía estar más contento, pues no era el más alto de todos ni el más frondoso, al contrario era un abeto joven y delgaducho, pero el leñador le eligió a él, y sacudiéndose la nieve, para estar más vistoso, tapo al hombre como si fuese un muñeco de nieve, al poco sintió un gran pinchazo, que le hizo estremecer de dolor, pero pensó, esto debe ser lo normal, para poder ser acarreado, cuando el hombre acabó de talar el árbol, con unas cuerdas lo subió al carro y atándolo para que no se cayera, empezó el viaje, el abeto iba muy contento, a pesar del dolor que sentía, pues por fin, siendo en menos agraciado, había tenido la suerte de ser el elegido.

Cada vez se iba acercando más y más a la casa, y podía ver la alegría de los niños que gritaban y saltaban ansiosos por la llegada el árbol, que buen recibimiento pensó, esto si es bueno y no donde estaba yo, en medio del bosque muerto de frio , ahora estaré calentito cerca de una buena chimenea, el hombre lo desató y entre todos los llevaron a una sala toda decorada con adornos de navidad, que feliz se sentía el abeto, aunque no se encontraba bien, le dolía todo, pero merecía la pena, por estar en ese momento mágico.

Le colocaron un rincón de la sala cerca de la puerta de la cocina y una ventana en un gran tiesto, lo primero que hicieron fue colocar las luces de colores, que emoción sintió en ese momento, después iban colocando todas las figuras, bolas de colores, dulces y demás chuches con formas navideñas, y para terminar mucho espumillón, con una escalera el hombre, colocó en lo alto de su rama principal una gran estrella, cuando lo encendieron, brillaba como jamás lo hubiera soñado.

Como era tarde se fueron todos a dormir, apagando todas las luces de la casa, incluido las destellantes luces navideñas, pasadas unas horas, de repente sintió, un golpe, algo trepó por sus ramas haciendo que se cayese al suelo, y perdiendo todos los adornos que le había colocado, el no sabía que estaba pasando pero algo se movía entre sus ramas, se trataba del gato.

A La mañana siguiente, cuando fueron todos a la sala, vieron el desastre que había hecho, Calcetines, que se había subido al árbol de un saltó y lo empujó contra el suelo, menudo susto se había llevado el pobre árbol, así empezaría su tragedia, además de la corriente que sentía cada vez que abrían y cerraban la puerta, pero lo que el quería era estar cerca de la chimenea, no era posible,

Así que cuando se quedaba solo, se sacudía como cuando tenía nueve, y tiraba todos los adornos, que le molestaban y se cambiaba de sitio, para ponerse cerca de una ventana para ver su bosque, como lo echaba de menos, lo que el veía desde arriba, no tenía nada que ver con la realidad.

que veía desde el bosque y le parecía una maravilla.

Cuando volvieron a la sala, y vieron todo ese lío, volvieron a colocar todo y nuevamente encender las luces, el pobre árbol, nuevamente empezó a sentir que el calor iba aumentando y le quemaba, algunas de sus hojas empezaron a ponerse marrones y esa sensación no le gustaba, mientras que todos bailaban y reían el empezó a sudar resina, que escurría por su tronco, lo que más le gustaba es que cada dos días le regaban y eso refrescaba sus raíces, que poco a poco se iban secando.

Aquella noche cuando todos se fueron a dormir, se salió del tiesto, y como no podía moverse pues algo le ataba a la pared, ya conocía el truco del un tirón, pero no sin antes sacudirse para quitarse todos aquellos abalorios, que eran un incordio, cuando se movió se logro situarse al lado de la chimenea, cuando volvieron los niños, pensaron que raro que el árbol, este árbol esta cada vez en un sitio y siempre sin bolas, se rieron pues otra vez colocaron todo y eso les gustaba y divertía,

Como cerca de la chimenea tampoco estaba cómodo, pues el calor era insoportable y sus hojas se iban cayendo y se sentía cada vez más desnudo, y la resina cada vez caía más por el tronco.

Así paso todas las navidades, cambiando de sitio para ver si mejoraba su situación, sacudirse los adornos y echando de menos su bosque que veía a lo lejos por la ventana, cuando se ponía a su lado, llorando resina pensaba que equivocado estaba, al pensar que el también iba a cantar y a bailar, queriendo ser el elegido y ahora todo eran desgracias.

Muy cerca de la noche de navidad, se dio cuenta que había un sitio que parecía mejor para estar, y volvió a soltarse de la pared, sacudirse con todas sus fuerzas, y con un gran esfuerzo por lo débil que se encontraba consiguió llegar al cuarto de baño y se metió en la taza del inhodoro, allí había agua y estaba deshidratado, pero no funcionó cuando llegaron los humanos, lo devolvieron a su tiesto, le llenaron otra vez de adornos y luces y por mucho que se movía para quitarse los adorno, ya no se caían, pues los ataron bien fuerte a sus ramas sintiendo un dolor espantoso, los humanos pensaban que todo eso lo hacía el gato, pobre gato.

El día de navidad estaba rodeado de regalos y el cada vez más desnudo, con pocas hojas y su tronco lleno de resina, muy felices abrieron sus regalos y reían a carcajadas, aplaudiendo de lo contentos que estaban, hasta había un regalo para el gato, un ratoncillo de goma.

Acabadas las navidades, todos estaban felices, menos el, por fin le quitaron todos los adornos, y el pensó ahora me devolverán al bosque y les contaré a mis hermanos la desgracia que es, cuando somos elegidos.

Pero no fue así, le sacaron, ya medio seco, llorando resina, con las hojas totalmente marrones y moribundo, quedando como recuerdo, una estrella en lo alto de su rama principal, los niños saltaban por encima de sus ramas, no dando importancia a la estrella que era lo único que quedaba para recordar los tiempo pasados de la navidad.

Acabando su triste historia ardiendo dentro de la chimenea para dar calor a los humanos, ese era el sitio donde el que quería haber sido feliz, y sin embargo, fue su desgracia, quedando como recuerdo una estrella chamuscada, cuando todo se convirtió en ceniza.



BukarteZ - 2000



 

 

 

 



ENLACE CON EL BLOG DE ARTE CONCEPTUAL BUKARTEZ


PULSAR LA IMAGEN PARA ACCEDER AL BLOG de arte conCEPTUAL


BukarteZ




viernes, 15 de noviembre de 2024

Gran Amistad en la Sabana - BukarteZ


En el corazón del continente africano, donde el sol brillaba como una joya y las nubes danzaban en un cielo azul intenso, al son del sonido de los lejanos tambores, vivían dos jóvenes e inseparables amigos.

Tambo, era un elefante que ya apuntaba maneras a ser un ejemplar fuerte, y Zuri, una cebra alegre y llena de energía, ambos vivían en la Sabana, que era un lugar asombroso lleno de grandes acacias que parecían tocar el cielo con sus ramas alargadas, donde bajo su sombra dormitaban y descansaban los majestuosos leones, con sus enormes melenas, bajo los rayos cálidos del sol.

Zuri a la sombra de su amigo Tambo, se sentía protegida y los dos campaban a sus anchas, disfrutando del ese espectáculo para los sentidos; los campos dorados se extendían hasta donde alcanzaba la vista, salpicados por grupos de árboles. En esta tierra habitaban animales de diferentes especies, como las jirafas que estiraban su cuello para alcanzar las hojas más frescas, y diferentes tipos de aves coloridas que cantaban alegres melodías animando el lugar,

Tambo era enorme y tenía una piel gruesa grisácea con arrugas profundas que algún día estarían llenas de historias. Sus orejas eran tan grandes como paraguas abiertos y podía moverlas lentamente para escuchar todos los sonidos del entorno. Era conocido entre todos por su bondad; siempre ayudaba a otros animales en apuros.

Por otro lado, Zuri era esbelta y rápida; su pelaje blanco brillante con rayas negras llamativas hacían eco entre los colores brillantes de su hogar. Tenía una risa contagiosa que iluminaba incluso los días más nublados.

Un día caluroso mientras disfrutaban cerca del agua fresca del río, Tambo propuso a Zuri, hacer algo diferente y especial, la cebra miró curiosamente a su enorme amigo, entusiasmada con la idea.



Teníamos que ir a explorar la parte desconocida de la Sabana, levantando suavemente su trompa hacia el horizonte lleno de misterios.

Intrigada la cebra por la idea aventurera de Tambo, Zuri empezó a saltar felizmente alrededor de Tambo, antes de salir corriendo velozmente hacia adelante, tanto corrió que el elefante tuvo que decirle que le esperara.

Tras atravesar verdes praderas florecidas llenas de hermosas margaritas salvajes se encontraron frente a una colina dorada cubierta no sólo por hierba alta sino también por muchas rocas pulidas capaces producir melodiosos ecos cuando, comenzaron a escalar la colina dorada, disfrutando del panorama que se abría ante ellos, mientras llegaban a la cima, arriba sintieron una brisa fresca que les acariciaba los rostros, pero al mirar hacia el valle, notaron algo inusual, había un pequeño grupo de animales estaba reunido en agitación, sentados sobre sus patas traseras mirando con gran atención a los visitantes, eran un grupo de curiosos suricatos, esos animalillos de repente salieron corriendo y se desparecieron como por arte de magia.

Siguieron su camino y llegaron cerca de otro grupo, este se trataba de animales más grandes, descubriendo eran antílopes y como a estos ya los conocían prosiguieron su camino, pero de repente oyeron unos lamentos y era que un pequeño antílope que había caído en una trampa que los humanos habían hecho de ramas y cuerdas muy disimuladas entre la hierba alta, los dos amigos sin pensarlo dos veces, se pusieron manos a la obra para salvar a pobre animalito.

Tambo empezó a pensar como si su mente fuera una lavadora, con el fin de buscar la mejor solución, usando su gran tamaño y fuerza, podía romper las ramas, y con la trompa limpiar todo, para poder sacar al pequeño, Zuri que no sabía que hacer para ayudar, comenzó a hablar para tranquilizar al antílope mientras Tambo usaba su trompa para desatar las cuerdas salvajemente.

Finalmente consiguió liberarlo después de unos minutos tensos pero emocionantes. Cuando el antílope salió brincando libremente, les agradeció mucho su ayuda, y los llevo para conocer a su rebaño, allí la mamá del pequeño le dio muchos lametones, que son como se dan los besitos estos animales y otros.

Después se despidieron y siguieron su paseo, el pequeño antílope miró con sus ojos brillantes como azabaches, llenos de gratitud, y les dijo que su nombre era Kudú y que aunque nunca jamás los volviese a ver, les estaría eternamente agradecido.

Tras esta increíble aventura, compartieron risas y juegos bajo ese especial atardecer, estaban orgullosos de su heroicidad, que recordarían para el resto de sus vidas, al caer la noche y antes de volver a su pradera, bajo un cielo estrellado decidieron que cuando fueran mayores y más fuertes participarían en rescates, de todos aquellos animales que lo necesitaran.

BukarteZ 1999

martes, 5 de noviembre de 2024

LOS COLORES DEL ALMA - BukarteZ



Había una vez en un colorido barrio de Coyoacán, en México, una niña llamada Juanita, con el pelo rizado, muy largo y de color castaño. Solía llevar sus trenzas entrelazadas con cintas de colores y sujetas en lo alto de la cabeza con flores.

Sus ojos negros como el azabache, eran grandes, brillantes, curiosos, y reflejaban su energía y entusiasmo por el mundo que le rodeaba. Siempre llevaba los típicos vestidos bordados a mano por su abuela, con alegres motivos multicolores.

Juanita era muy creativa, soñadora y un poco traviesa; siempre lleva consigo un cuaderno para dibujar todo lo que veía, y con sus lápices, no dudaba en sentarse en cualquier parte para dar rienda suelta a su imaginación, o copiar cualquier cosa que le llamase la atención.

Tenía un noble y gran corazón, le gustaba compartir sus dibujos con sus amigas, y no dudaba en regalarlos, era amable con una personalidad alegre que contagiaba optimismo a todos los que la conocían, solo con su sonrisa iluminaba cualquier sitio al que entrara.

Desde pequeña, solía maravillar a todos con su imaginación desbordante y sus dibujos llenos de vida, un día, su maestra les habló sobre la famosa artista Frida Kahlo y el Museo que llevaba su nombre, ella sabía donde estaba, pues cuando pasaba por allí, le llamaba mucho la atención su fachada de color añil, con los marcos de color rojo y la puerta decorada con un gran corazón y unas palomas, pero nunca había entrado, aunque sentada en la acera de enfrente podía pasar horas mirando. Aquella casa tenía algo especial, que la atraía tanto que observaba cada detalle, se la sabía de memoria, y la dibujaba, una y otra vez, era como si la hipnotizara.

Cuando la maestra les contó, la vida y las historias de Frida, Juanita, se quedó intrigada y llena de curiosidad, por lo que decidió visitar el museo, donde Kahlo había nacido, crecido y muerto. Cuando entró su corazón parecía que se le iba a salir del pecho, de los saltos que daba, quedándose como pegada al suelo, ya desde la entrada no podía moverse de la emoción que sentía, todo estaba impregnado del alma de Frida.

Comparado con otros museos, este parecía cobrar vida, en cada rincón se sentía el espíritu vibrante de Kahlo; las paredes eran como lienzos llenos de colores vivos, sintiendo que se encontraba envuelta por un mundo mágico; allí estaban los retratos intensamente expresivos, autorretratos donde Frida mostraba su alma herida pero fuerte, la niña se pasó el día entero escudriñando, cada rincón de la casa, estudiando cada detalle mientras imaginaba lo que significaban las pinturas para la artista, y que ella era capaz de entender e interpretar.

De repente ante sus ojos, apareció un cuadro que particularmente llamó su atención; “Las dos Fridas". La niña, con una sensibilidad especial sintió cómo se podían representar los dolidos sentimientos y por otro lado la fuerza interior, sentada en una pequeña butaca que estaba frente del cuadro, se quedó admirando la pintura, y como la obra transmitía esa dualidad entre tristeza y sabiduría.

A medida que salía del museo bajo el brillante cielo azul mexicano, pensó que Frida no solo pintaba objetos o rostros; pintaba sentimientos, y así comenzó su viaje artístico lleno de magia e historias personales.

Mientras andaba por la calle camino a su casa, iba soñando despierta sobre ser una gran pintora algún día; quería contar historias con sus pinceles como lo hacía Frida con cada trazo.

Al día siguiente inspirada en lo que había visto y sentido, decidió entonces experimentar con ella misma, pensando en su musa plasmaría sus sentimiento y emociones en papel. Se compró un cuaderno nuevo lleno de páginas blancas esperando que fuese el guardián de sus secretos jamás revelados.

Poco a poco Juanita empezó a creer en sí misma, y tímidamente le enseñó sus primeros trabajos a su maestra, quien se quedó impresionada por los dibujos de la pequeña, sintiéndose orgullosa de haber podido colaborar en el despertar de una futura pintora, en una de sus clases.

Juanita, llena de energía y confianza en sí misma, por la ayuda y el ánimo que le había dado su maestra, para que los expusiera, al final se decidió a enseñar sus lienzos a otras personas, hasta llegar al punto de exponer sus trabajos en su ciudad.

Sucediendo algo increíble, todos los que veían sus obras reconocieron, el talento que poseía la pequeña, quedando impresionados, por el dominio de su paleta de colores, ya que nunca había recibido clases de pintura, Juanita jamás olvidaría aquel primer reconocimiento.

Cuando terminó la escuela, se graduó en la Universidad, en la que luego trabajaría como profesora de Bellas Artes, transmitiendo su amor por los colores a sus alumnos y alumnas, siguió pintando con una técnica impecable, pero sin perder su esencia primitiva, que estaba influenciada por el espíritu de Frida Kahlo, que era la fuente de donde había bebido.

BukarteZ 2022

lunes, 28 de octubre de 2024

EL JARDÍN DE LOS PECES VOLADORES - BukarteZ

 


Había una vez, una casita de piedra en medio del campo, abandonada y cubierta de hiedras, el tejado era de paja, incluso tenía alguna que otra planta y flores, las ventanas eran de madera y las contraventanas pintadas en verdes musgo, también tenía una gran chimenea de hierro oxidada, y la veleta ya rota, por el paso del tiempo.

Dos amigos que se llamaban Juan y Pedro iban de paseo buscando setas, adentrándose en el bosque de pinos, cuando de repente se toparon con ella, estaba en un camino muy apartada, y por la que casi nadie pasaba, se decía que esa casa tenía un jardín pero encantado, pero no se apreciaba.

Los chicos entraron en la casa dando una fuerte patada a la puerta, estaba un poco abierta, pero muy dura, al entrar, en medio del recibidor había una gran higuera, los muebles con la madera carcomida por las termitas, y un viejo piano del que ya no salían notas de sus teclas, y que algún día habría regalado maravillosas melodías.

Abrieron las ventanas para que pudiese entrar algo de luz, que no era mucha, las plantas no permitían mucha claridad, miraron por todas las habitaciones, todo tenía la misma pinta, todo roto, antiguo y abandonado, salieron a un patio trasero que tampoco tenía nada de interés, pero de repente, Juan tropezó un una raíz, y se sujeto con fuerza en la hiedra notando algo frío y duro detrás.

Los chicos arrancaron las plantas, y se encontraron con una gran puerta de hierro decorada y oxidada por el paso del tiempo, empujaron fuerte y no se abrió, entonces, fueron en busca de algún palo para hacer palanca y conseguir abrir, tras mucho esfuerzo la puerta crujió y se hizo un pequeño hueco, por el que se colaron, al no se muy grandes de tamaño.

Era un lugar mágico donde la realidad se entrelazaba con lo absurdo, este jardín estaba rodeado de unas paredes muy altas cubiertas de descuidadas hiedras y buganvillas, que parecían vigilarlo celosamente, y detrás se apreciaba otra segunda puerta oxidada, los chicos estaban intrigados, que maravillas albergaba aquel sitio, cuando estaba tan celosamente escondido.

Esa segunda puerta daba entrada a otro jardín, cuya imagen era muy diferente a la anterior, el paisaje del Jardín era singularmente encantador; las plantas trepadoras eran danzantes y parecían un océano verde bajo el viento suave.

Cuando entraron se quedaron con la boca abierta, y recordaron la leyenda del jardín de los Peces Voladores, y estaba en ese rincón olvidado del mundo, habían encontrado lo que contaba la famosa leyenda.

En medio del grandioso patio, había estanques cristalinos donde Don Pez Papagayo surcaba las aguas jugando a ser pirata, siempre buscando tesoros ocultos entre las piedras preciosas sumergidas.

En el centro había un árbol anciano llamado Abuelo Tronco, cuyas ramas llegaron al cielo y florecían espejos en vez de hojas, reflejando sueños pasados y anhelos futuros a todos los que allí que llegasen perdidos o no.

Los chicos estaban como meros espectadores, sentados en una liana con forma de infinito, según pasaban las horas iban entendiendo lo que allí pasaba, algunos de esos personajes, provenían de vidas anteriores, y ahora podían ejercer de lo que habían sido en vidas pasadas.

Así Doña Perca, una peza voladora que alguna vez fue una enfermera amable en su vida anterior, tenía escamas plateadas que brillaban al sol y alas traslúcidas decoradas con estrellas doradas, su conocimiento sobre remedios herbolarios la convertía en la curandera del jardín.

Don Tiburcio, era un gato filósofo, que había sido profesor de instituto en su otra vida, era de pelaje marrón y ojos verdes como esmeraldas, le gustaba hablar sobre mitos y pensamientos profundos. Siempre llevaba puesto un sombrero de copa alta lleno de flores de pensamiento, era su forma inusual de expresar sus pensamientos más complejos.

También vivía allí la Señora Nube, que en tiempo mejores había sido lavandera, y un torbellino etéreo capaz de cambiar el clima a voluntad, era sabia pero traviesa, se aventuraba por todo el jardín formando figuras caprichosas con sus nubes blancas mientras hacía reír o llorar a quienes miraban.

En otro tiempo el bibliotecario, que parecía un ratón de biblioteca, se convirtió en el Maestro Rincón, que con gafas de media luna, miraba todo con mucho detenimiento, su hogar era una pequeña cueva llena de volúmenes antiguos, cada tarde contaba relatos a quienes se reunían a su alrededor, enseñando lecciones sobre la vida escondidas en fábulas.

La que más brillaba con su luz interior era Lucia, que en su vida anterior había sido una excelente pintora y escultora, y que ahora se había transformado una luciérnaga, que con sus alas iridiscentes, iluminaba las noches en aquel jardín, creando hermosos murales lumínicos que relucían cuando caía la noche.

Doña Buha, se llamaba Atena, era la sabia porque poseía el don del conocimiento y los secretos del mundo, heredados de la diosa griega de la razón, de la que recibió su nombre.

Fisgón, era el perro guardabosques, de color blanco y marrón, con sus patas veloces, iba y tenía por todo el jardín, protegiendo los secretos del lugar haciendo rondas curiosas por los senderos floridos mientras jugaba con pequeños gnomos traviesos que despachaban bromas desde detrás de arbustos.

La tranquilidad del lugar provenía de Cecilia, la tortuga viajera, que algún día fue una intrépida aventurera, y por esa razón tenía un caparazón dibujado de mapas antiguos que mostraban rutas hacia mundos desconocidos, ella siempre compartía historias emocionantes sobre sus viajes pasados.

La mariposa soñadora, ser llamaba Sofía, tenía alas tan grandes como sueños y era conocida por crear ilusiones efímeras con sus polvos mágicos; podía hacer aparecer lluvias doradas o rosetones flotantes durante las fiestas celebradas cada luna llena.

El perro guardabosques Fisgón , mientras hacía su trabajo los descubrió, llevándoles ante la presencia de Atenea, la sabia, que conocía las buenas y nobles intenciones de los muchachos, por lo que les rebelaron algunas cosas, que podían saber, cuando prometieron que no se lo contarían a ningún otro humano.

Las aventuras comenzaban, cuando Doña Perca decidió organizar una competición anual volando hacia lo desconocido, que mágicamente sin salir de aquel espacio, se modificaba sin saber como, y llegaban invitados, no se sabía de donde ni por donde, pero allí estaban.

Los que hasta allí llegaban eran criaturas intrépidas, dispuestas a enfrentarse con obstáculos frescos llenos sorpresas mágicas e insospechadas, en este encantador entorno donde todo parecía posible, organizaban diversas actividades diariamente para mantener viva su esencia mágica.

Las tardes eran dedicadas a practicar danza imaginaria, bajo las luces titilantes de Lucia, por las mañana, hacían caminatas curativas bajo la supervisión de doña Perca, paseando juntos buscaban, flores especiales cuyas propiedades hacían sonreír hasta al más serio.

Todos los domingo celebraban un Banquete Estelar, a al caída del sol, se hacía una cena festiva preparada por todas las criaturas usando los frutos que allí crecían, cuyo sabor incluía trocitos mágicos de regalíz. Así era ese mundo efímero donde aquel extraño grupo vivía un sinfín historias cada

Todos los sábados por la tarde Don Rincón el maestro daba clases de ajedrez, y todos participaban como si de las piezas se tratara.

Había un banco a la sombra del abuelo Tronco, donde don Tiburcio filosofaba horas y horas, y allí se sentaban quienes querían pasar un buen rato, hablando de todo y a la vez de nada.

Cuando sonó a las ocho el despertador de Pedro se dio cuenta, que todo había sido un fascinante sueño, que le se lo contaría todo a su amigo de aventuras Juan.

BukarteZ 1999